Rubén Gil Campos, “El Gavilán”, sabe demasiado.
Y viene por la revancha.
Y es que, al decir del reportero Javier Puga, de La Jornada de Oriente, el recientemente liberado ex alcalde de Izúcar de Matamoros se siente traicionado, dolido, hecho a un lado por sus amigos del sexenio pasado: los marinistas.
¿Cómo olvidar los días de vino y rosas en Casa Puebla y en las residencias y los restaurantes más lujosos?
¿O las tertulias musicales con bandas y mujeres de mirada lánguida?
En esos años, faltaba más, Rubén Gil era el alma de las fiestas: el amigo de los priistas: el “compañero” del Señor Gobernador.
Hoy de eso nada queda.
O sí: el recuerdo malsano que todo lo mata y lo tritura.
Lo cierto, lo real, es que ayer, gracias a Puga, nos enteramos que “El Gavilán” ya está libre de nuevo y anda en pos de la venganza.
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Cuando Gil Campos quiso ser presidente de su natal Izúcar, juran las fuentes, habló con su “brother” Mario Marín y le pidió el favor como se lo piden los amigos.
—Quiero ser presidente de mi pueblo, amigo.
—¡Pero ya, mi Rubens! ¡Serás un candidato de lujo!
El poderoso empresario poblano avecindado en Estados Unidos regresó a Izúcar con vehículos de lujo y una fama sospechosa.
Los lujos en la campaña no se hicieron esperar.
Los excesos fueron la constante.
Había dinero para todo.
Pero poco le duró el gusto: a los treintaitantos días de haber rendido protesta tuvo un inconveniente renal y viajó a Los Ángeles, California, donde ya lo esperaban las fuerzas de la DEA.
El mundo se le vino encima y los amigos lo abandonaron.
Solo quedó en una cárcel neoyorquina: lejos de su Presidencia y de sus días de gloria.
Cuatro años después, ahora en calidad de testigo protegido, ha quedado en libertad.
Y sabe demasiado.
Mucho.
En exceso.
Y anda con sed de venganza.
Que Dios proteja a sus amigos.