Carlos Manzo Rodríguez, presidente municipal de Uruapan, fue asesinado la tarde de ayer, sábado, en un ataque armado al término de la inauguración del Festival de las Velas. El edil, de 40 años, había denunciado públicamente las amenazas en su contra y pedido apoyo urgente al Gobierno federal en reiteradas ocasiones.
Durante el atentado, ocurrido en el centro del municipio, también resultaron heridos su escolta y un civil. Manzo fue trasladado de emergencia a un hospital, donde más tarde se confirmó su fallecimiento. El Gabinete de Seguridad del Gobierno de México informó que dos presuntos agresores fueron detenidos y un tercero murió en el enfrentamiento.
Derivado de una agresión ocurrida esta tarde en el centro de Uruapan, Michoacán, donde lamentablemente perdió la vida el presidente municipal Carlos Manzo, fueron detenidas dos personas involucradas en los hechos y uno de los agresores perdió la vida.
Las autoridades del…
— Gabinete de Seguridad de México (@GabSeguridadMX) November 2, 2025
Un alcalde que enfrentó al crimen sin respaldo federal
Carlos Manzo, primer presidente municipal independiente en la historia de Uruapan, se caracterizó por una política de “cero tolerancia” contra el crimen organizado. “Delincuente que se tope que ande armado y que se resista a ser detenido o que agreda a la ciudadanía, hay que abatirlo”, declaró en mayo de 2025 tras el asesinato de una trabajadora del Ayuntamiento.
Su administración intensificó operativos de revisión y denunció la presencia de grupos delictivos en la región, entre ellos el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG). En diversas entrevistas, Manzo insistió en que no pactaría con el crimen:
“Nuestra conciencia está tranquila porque hemos actuado con honestidad y con total libertad en nuestras decisiones. No hay ningún compromiso con el crimen organizado ni estamos dispuestos a tenerlo”, afirmó en junio.
Las alertas que nunca fueron atendidas
Desde septiembre, el alcalde había alertado sobre un posible repunte de violencia tras la detención de René Belmonte, alias “El Rino”, presunto líder del CJNG. En un video, pidió a la población resguardarse y solicitó la intervención de las fuerzas federales:
“Hacemos un llamado a las fuerzas federales y al Ejército Mexicano para levantar esta alerta de código rojo”, declaró.
En entrevistas con medios nacionales, Manzo confesó su temor ante las represalias criminales:
“Tengo mucho miedo, pero tengo que acompañarlo de valentía. No podemos dar ni un paso atrás, está en riesgo nuestra vida”, dijo a Joaquín López-Dóriga.
Apenas el 8 de octubre, solicitó directamente a la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, y al secretario federal de Seguridad, Omar García Harfuch, que no dejaran solo a Uruapan en el combate a los delitos federales. “Seguiremos luchando con nuestra policía municipal y con lo que esté a nuestro alcance”, expresó en redes sociales.
“A mí me podrán matar, pero no al pueblo”
Semanas antes de su asesinato, Manzo advirtió sobre las amenazas en su contra y acusó un trasfondo político en las denuncias que buscaban destituirlo. En uno de sus últimos mensajes en video, afirmó:
“A mí me podrán matar, a mí me podrán levantar, pero afuera hay un pueblo que exige justicia. Si nos tocan a nosotros, van a tocar a todo el pueblo de Uruapan”.
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Su muerte, confirmada por el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla y el Gabinete de Seguridad federal, evidencia la vulnerabilidad de los gobiernos municipales frente al crimen organizado en una de las regiones más violentas de Michoacán.
¿Quién era Carlos Manzo Rodríguez?
Nacido el 9 de mayo de 1985 en Uruapan, Manzo estudió Ciencias Políticas y Gestión Pública en el ITESO. Antes de llegar a la alcaldía, fue diputado federal por Morena (2021-2024) y auditor del IMSS en Michoacán. En 2024 ganó la Presidencia Municipal como candidato independiente, tras distanciarse de los partidos tradicionales.
Con un estilo directo y discurso de “mano dura”, Carlos Manzo defendía su identidad local con orgullo:
“No soy el Bukele mexicano, pero sí soy 100% el sombrero michoacano”, dijo en tono desafiante meses antes de su muerte.
Hoy, su asesinato deja un vacío político y social en Uruapan, una ciudad asediada por la violencia y donde su alcalde murió pidiendo la ayuda que nunca llegó.




