El Casino Royale era un casino como todos los casinos. Por las tardes, se llenaba de mujeres mayores de 50 años, y algunos hombres. También había jóvenes. Jugaban hasta el amanecer. Afuera, agosto ratificaba 45 grados a la sombra. Dentro, el ambiente de aire acondicionado y el ring-ring de las máquinas se convertían en bendición. Porque, como ocurría en todos los casinos, no había deficiencias en las instalaciones. Y el miedo era una sensación lejana y la emoción, una cascada.
Desde las 4:30 p.m del 25 de agosto de 2011, Casino Royale significa tragedia. Pero también injusticia. Este amanecer, 52 cruces colocadas sobre cenizas resumen lo primero. A lo segundo lo ejemplifica la falta de responsables. Si aquella tarde El Casino Royale ardió en llamas después de que un grupo de sicarios lo roció con gasolina y granadas, el destino cambió sólo para las víctimas y sus familiares. Para las autoridades y el propietario, no. Todos están libres. Que así ocurriría quedó claro desde el principio. El 6 de diciembre, el peritaje de la Procuraduría General de la República (PGR) concluyó que la muerte no llegó porque el establecimiento fuera inseguro. Así que deslindó de cualquier responsabilidad a los gobiernos estatal y municipal. En cambio, centró sus fuerzas en detener a supuestos miembros de Los Zetas. Por El Casino Royale, los detenidos han caído como dominó. El 29 de agosto había cinco; para el 20 de septiembre, ya eran nueve, y en noviembre, con la aprehensión de Hugo Iván Santos Doria, El Monky o El Manitas, quien habría participado como “halcón”, se completaron diez. Son los diez que en febrero dirían que admitieron culpa bajo tortura. Pese a ello, el efecto continuó y los culpables continuaron cayendo. El cinco de enero de 2012 cayó Baltazar Sauceda Estrada, “El Mataperros”; en abril de 2012, cayeron Jesús Rafael Gómez Bautista, alias “El Colitas y dos cómplices. Hay otros que –según la PGR- participaron en la quemazón, pero no llegaron a la cárcel. Al “Quemado” –autor intelectual- lo habrían matado elementos del Ejército en la carretera que comunica Piedras Negras con Nuevo Laredo en abril de 2012. En otro momento y en otro sitio, habrían asesinado a “El Monterrey”. Hasta el cierre de este texto, seguían prófugos Jesús Alejandro García González, “El Gato” o “El Borrado”, y otros identificados sólo con los apodos de “La Kitty” o “La Pelirroja”; “El Chimpas” o “El Chimpa”; “La Beba”, “El Huevo” y “El Tony”… Se han completado dos decenas de detenidos, pero en la vigilia del primer aniversario de la tragedia, los deudos aún reclaman justicia. Continúan a la espera de algo de reparación y alivio, frente a 52 cruces en este terreno que hace apenas un año era un casino como todos los demás.
