Poco antes de las ocho de la noche, al cementerio del Templo del Señor de la Columna, en Tlacotepec de Benito Juárez, comienzan a llegar personas de todas las edades, familias enteras que esperan el regreso de las almas de sus difuntos y hacer la Velada.
Cada 1 de noviembre la escena se repite, no solo en este camposanto, sino en los diez con los que cuenta Tlacotepec. Los escenarios son los mismos, cambian los actores; algunos que esperaron a sus muertitos durante años, ahora son esperados.
Y la tradición se transmite de padres a hijos, de generación en generación. Los más pequeños participan activamente en el decorado de las tumbas, colocando flores y candelas, y, por supuesto, rezando por el eterno descanso de las almas de los que se fueron.
Los rezos y las oraciones son la primera parte de la Velada en los cementerios de Tlacotepec de Benito Juárez. También hay misa en el templo, pero después viene la fiesta, la alegría, la convivencia de quienes siguen en este mundo con los que ya no están.
Así, se continúa con el decorado de las tumbas, de ponerlas bonitas para que las ánimas las vean y los difuntos sepan que se les recuerda, que se sigue hablando de ellos y se les ama como antes, que lo que fueron pervive y que siguen siendo parte de la familia.
Luego vienen la comida, los platillos, las golosinas y hasta los vicios que tenían los difuntos, los cuales se disponen cerca de las lápidas y, entre recuerdos, risas y una que otra lágrima, los vivos comparten con sus muertos en esta mezcla de conmemoración y fiesta.
Más flores para las tumbas, fuego para las velas que ya se habían apagado, más recuerdos y música, música de un mariachi que recorre los pasillos del cementerio ofreciendo alivio a los corazones afligidos e interpretando canciones alegres para celebrar la vida de los que partieron.
Video: Reto diario
Los vivos se quedan toda la noche a convivir con sus muertos en la Velada de Tlacotepec de Juárez, celebrando su llegada y tratando de agasajarlos, de que se sientan contentos, de hacerles saber que fueron y son importantes, y que siempre habrá quien cada año les espere.
Comida para los vivos, locales y fuereños
Tlacotepec de Benito Juárez es un municipio perteneciente a Puebla, de poco más de 50 mil habitantes. Está ubicado en el sureste del estado, a dos horas en automóvil, aproximadamente, desde la capital poblana.
Adquiere relevancia en las fechas de Día de Muertos por la Velada que realizan sus habitantes en los 10 cementerios con los que cuenta la localidad; aunque parecida a otras, la Velada es una tradición única por su carácter festivo, que se ha fusionado con la solemnidad de las fechas.
Alrededor del panteón del Templo del Señor de la Columna, habitantes de Tlacotepec que realizan la Velada y visitantes curiosos que acuden a conocerla, encuentran ahora puestos con diferentes tipos de comida.
Las opciones, este año, fueron desde la comida chatarra que uno encuentra en la tiendita de la esquina hasta tostadas, tacos dorados y cemitas, pasando por la sopa Maruchan preparada. Eso sí, este año faltaron los elotes y los esquites. De bebida, café caliente o arroz con leche.
El espacio para el estacionamiento sobra, aunque hay que llegar temprano para tener un buen lugar. El sitio se ha ido acondicionando y actualmente, aunque en un inmueble en obra negra, hay también servicio de sanitarios.
La carretera se encuentra en buenas condiciones y si usted es amante de las tradiciones mexicanas o tiene interés en conocerlas, esta es una de las más bellas. Así que contemple la fecha y reserve el Día de Muertos del próximo año para la Velada de Tlacotepec de Juárez.
Cómo llegar a Tlacotepec de Benito Juárez
- Desde la ciudad de Puebla, tomar la autopista Puebla-Veracruz (150D), de cuota, y preparar 75 pesos de peaje
- Tomar la salida a Tecamachalco-Quecholac-Palmarito Tochapan
- Coninuar recto, durante 7.5 km, por la carretera Tecamachalco-Quecholac y estar atento a la señalética que indica la llegada a Tlacotepec de Benito Juárez
Tip: Llevar monedas de baja denominación, o bien, un paquete de caramelos o galletas, para regalar a los niños que piden “para su calaverita” por todo el cementerio.