Japón hizo historia este martes al nombrar a Sanae Takaichi como su primera mujer primera ministra, un hecho sin precedentes en un país tradicionalmente patriarcal. Sin embargo, su llegada al poder también marca un giro a la derecha en la política nipona, debido a su firme perfil conservador y a sus posturas polémicas en temas sociales y diplomáticos.
La Cámara baja del Parlamento aprobó el nombramiento de Takaichi, de 64 años, tras otorgarle 237 de los 465 votos, suficientes para imponerse en la primera ronda de votación. Su designación fue confirmada después de reunirse con el emperador de Japón, paso protocolario que formaliza su nuevo cargo.
Takaichi, líder del Partido Liberal Democrático (PLD) –una fuerza que, pese a su nombre, representa el ala conservadora de la política japonesa–, sucede a Shigeru Ishiba, quien dimitió en septiembre tras una serie de derrotas electorales. Su ascenso se consolidó gracias a un acuerdo con el Partido de la Innovación de Japón (Nippon Ishin no Kai), su nuevo socio de coalición, tras la ruptura del PLD con el partido Komeito.
Una figura conservadora y polémica
Apodada por la prensa japonesa como la “Dama de Hierro”, Takaichi es conocida por sus posiciones nacionalistas y su resistencia a los cambios sociales. Entre sus posturas más controvertidas se encuentra su oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo y su rechazo a que las parejas casadas puedan usar apellidos distintos, dos debates que han cobrado fuerza en la sociedad japonesa.
También ha generado críticas por sus frecuentes visitas al santuario Yasukuni, donde se honra a militares japoneses –incluidos criminales de guerra condenados tras la Segunda Guerra Mundial–, así como por su respaldo a la reforma de la Constitución pacifista para permitir un papel militar más activo a Japón.
“Defender la soberanía y los valores tradicionales de nuestra nación es un deber irrenunciable”, ha declarado en anteriores ocasiones, en alusión a su visión nacionalista y de línea dura frente a China y Corea del Norte.
Retos internos y una economía en tensión
Takaichi asume el liderazgo en medio de una crisis de confianza hacia el PLD, golpeado por escándalos financieros y por la pérdida de su mayoría parlamentaria. En el terreno económico, enfrenta una inflación creciente, el alto costo de vida y la disminución de la natalidad, problemas que amenazan la estabilidad de la tercera economía más grande del mundo.
Entre sus primeras promesas están reducir impuestos, aumentar el gasto público y proteger a las familias japonesas ante la subida de precios de productos básicos, como el arroz, cuyo costo se ha duplicado desde el año pasado.
Una tarea monumental
Su reto político será doble: recuperar la confianza ciudadana y mantener unida a una coalición frágil, mientras busca imprimir su sello en una nación que ha tenido cuatro primeros ministros en los últimos cinco años.
Aunque su nombramiento representa un avance simbólico para las mujeres en Japón, su agenda ultraconservadora plantea interrogantes sobre el rumbo que tomará el país en temas de derechos civiles, equidad de género y libertades individuales.
Con el respaldo de la derecha nacionalista y la expectativa de todo el mundo puesta en su mandato, Sanae Takaichi se convierte en un símbolo de cambio, pero también de continuidad en el Japón más tradicional y conservador.