Desde este 1 de octubre, Venezuela celebra una Navidad adelantada, tras el anuncio del presidente Nicolás Maduro, en un contexto marcado por la crisis económica, la incertidumbre política y las crecientes tensiones con Estados Unidos debido al despliegue militar cerca de aguas venezolanas.
El decreto, que convierte en tradición el inicio de la Navidad en octubre, llega en un momento en que el gobierno promueve movilizaciones militares y el alistamiento en la Milicia Bolivariana como respuesta a lo que considera una “amenaza a la soberanía” por parte de Washington. Sin embargo, la percepción de la ciudadanía es distinta: para muchos venezolanos, la mayor preocupación sigue siendo la pérdida del poder adquisitivo.
En Caracas y otras ciudades, la vida cotidiana se mantiene: estudiantes asisten a clases, trabajadores cumplen sus jornadas y los comercios continúan abiertos. No obstante, gran parte de la población enfrenta la dificultad de sobrevivir con ingresos insuficientes frente al constante aumento del dólar y de los precios de productos básicos.
“La peor amenaza que tenemos es la falta de poder adquisitivo”, afirma Yuraima Mena, pensionista de 65 años, cuyos ingresos no alcanzan para cubrir necesidades elementales. Otros sectores, como los estudiantes, temen que las tensiones políticas escalen a un conflicto mayor.
Mientras tanto, el gobierno busca dar un aire festivo al país con decoraciones navideñas en plazas y avenidas, el encendido de árboles en Caracas y la venta anticipada de artículos de temporada. Para Maduro, adelantar la Navidad es una estrategia que impulsa la economía, la cultura y la alegría popular.
El ambiente festivo se combina con eventos de gran relevancia nacional: la próxima canonización del médico José Gregorio Hernández y de la religiosa Carmen Rendiles, así como el inicio de la temporada de béisbol venezolano, uno de los deportes más seguidos en el país.