Después de 17 años en prisión por asesinar a un hombre que molestaba a su padre, Marcos Antonio Bonilla nunca imaginó que pasaría de ser un convicto más al héroe que le salvó la vida a decenas de internos.
Este hombre, que nunca estudió, era el asistente del médico de la granja penal de Comayagua y salvó a decenas de reclusos en la noche fatídica del 14 de febrero en la que un incendio mató a 360 de ellos.
“Todo lo que sé lo aprendí en la cárcel”, dijo en una entrevista exclusiva con la Associated Press en el patio del penal.
Cuando el fuego ya anunciaba una tragedia que resultó inevitable, Bonilla dormía en el dispensario, que no estaba bajo llave. Tenía la responsabilidad de “atender a los pacientes cuando salen por la noche con una emergencia”.
“Estaba acostado cuando escuché que los compañeros gritaban y pedían auxilio”, dijo el enfermero, quien reaccionó inmediatamente: “Fui a donde el llavero y le dije que auxiliáramos a la gente, que los sacásemos para que no se murieran”.
Pero, según él, la reacción del vigilante no fue la que él esperaba. El guardia no le prestó cuidado y se fue: “Como si el del compromiso fuera yo, me tiró las llaves y corrí a abrir las celdas”, dijo y con cierta ironía añadió: “Sólo una celda no la pude abrir por el motivo de que ya estaba abierta. Unos muchachos que se salieron por el techo ya la habían abierto con un tubo”.
