El Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) presentó “Nadie merece desaparecer”, una investigación que documenta los estigmas sociales en los discursos emitidos hacia a las personas desaparecidas y sus familiares.
Para la presentación, la universidad jesuita de Guadalajara decidió crear una instalación simbólica en el auditorio M del ITESO, en la cual se colocaron zapatos al pie de las sillas y en sus respaldos se leían letreros con leyendas como: “¿Quién le manda estar trabajando a esa hora?”, “Señora, hay que cuidar a los hijos”, “Esto nomás le pasa a gente que anda en malos pasos”. La idea era mostrar la ausencia de las personas desaparecidas y los discursos que deben soportar quienes les buscan.
La publicación del diagnóstico corrió por cuenta del Centro Universitario por la Dignidad y la Justicia Francisco Suárez, SJ (CUDJ), del ITESO, con el apoyo de la agencia estadunidense para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés). La investigación fue coordinada por la antropóloga Concepción Sánchez Domínguez, quien explicó que la investigación deja ver que la estigmatización:
no es un proceso casual, sino que es sistemática, sobre todo desde las autoridades, que ponen el foco en la víctima y no en el delito como una excusa para evadir la búsqueda y alentar la no denuncia”.
La investigadora también afirmó que estos discursos culpabilizan a las víctimas y a sus familiares:
contribuye a un alejamiento entre quienes no han sufrido una desaparición y quienes han sido víctimas. Es un relato generado con el objetivo de invisibilizar”.
En 135 páginas, el diagnóstico enmarca teóricamente el problema de la desaparición y los discursos oficiales en torno a este delito, pero sobre todo da voz a las familias que buscan a sus seres queridos, siendo las madres las encargadas principales de llevar a cabo las búsquedas.
Alejandra Nuño, directora del CUDJ del ITESO, señaló que se trata de una reflexión y un llamado a la acción, enfatizó que la estigmatización afecta en el actuar de las autoridades. Recordó que la presentación del diagnóstico se enmarca en la jornada de reflexión impulsada por el Sistema Universitario Jesuita, así como en el Día Internacional de las Víctimas de Desaparición Forzada, conmemorado el 30 de agosto; el aniversario de la toma de la catedral metropolitana de Ciudad de México a manos del Comité Eureka, el primero en alzar la voz para exigir el regreso de sus desaparecidos, en agosto de 1978, y el aniversario del CUDJ, creado en agosto de 2019.
El representante de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Andrés Marcelo Díaz, señaló que “Nadie merece desaparecer” es un documento importante porque:
“hacía falta la vinculación de la academia con las familias, los activistas, la sociedad civil. Es una muestra de una buena práctica de lo que hay que hacer desde la academia”.
El funcionario del organismo internacional dijo que la estigmatización no es nueva y afirmó que obedece a un modo de operar anclado a las estructuras de poder y al modelo punitivista que sigue la lógica del castigo y de la culpa.
Por su parte, Camilo Vicente Ovalle, de la Dirección General de Estrategias para la Atención de los Derechos Humanos (DGEADH) de la Secretaría de Gobernación, dijo que el estigma social es un componente del discurso de la violencia, y por lo tanto la hace viable y la justifica.
Los discursos de la violencia buscan legitimizarla socialmente, por lo que debemos cuestionar los discursos que siguen permitiendo el ejercicio de la violencia”. Sobre el documento, lo describió como “un excelente punto de partida que merece una difusión y una discusión amplias”.
“No existe estigma que nos detenga”
La presentación del diagnóstico contó con la presencia y participación de mujeres que buscan a familiares desaparecidos, entre ellas Martha García Cruz fue enfática en afirmar que
nadie merece desaparecer, eso es algo que nos debemos meter en la cabeza”.
García Cruz busca a César Ulises, su hijo, quien desapareció en 2017 mientras viajaba hacia Ocotlán. Al compartir su historia, Martha García contó cómo, a consecuencia de los repetidos mensajes de las autoridades, llegó a preguntarse cuánto conocía a su hijo y si había una faceta de él que ella ignoraba.
Nadie merece desaparecer. Si una persona hizo algo, como dicen, debe ser juzgado por las autoridades correspondientes, pero nadie merece desaparecer”.
Finalmente, agregó que el estigma social no sólo lo viven de parte de las autoridades, sino de los círculos cercanos que prefieren alejarse de ellas hasta que “nos vamos quedando solas”. También agradeció el trabajo hecho con el diagnóstico ya que visibiliza su lucha.
Esperanza Chávez, del colectivo Por Amor a Ellxs, dijo que
quienes buscamos no sólo padecemos el dolor por la ausencia y la indolencia de las autoridades, sino que también padecemos el estigma social”.
Ella busca a Miguel Ángel, su hermano, desaparecido en 2014 en López Mateos y avenida México, a unas cuadras de Casa Jalisco. Señaló que uno de los efectos del estigma es la falta de empatía y de solidaridad de la sociedad civil:
Resulta fácil juzgar cuando no se tiene este dolor, pero nuestros desaparecidos no son lo que se dice de ellos ni nosotras somos las apestadas. No existe estigma que nos detenga: sabemos quiénes son los nuestros y sabemos quiénes somos nosotras”, concluyó.
Leticia Vázquez, integrante del Comité de Latinoamérica y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Cladem), invitó a los asistentes a ser empáticos y no esperar a que les suceda algo similar para cambiar su forma de pensar. También hizo un llamado para exigir ciudades más seguras señaló que en el país hay más de 100 mil denuncias por desaparecidos, “pero sabemos que son el doble”.