Nery Castillo responde simplemente que a México llegó “porque quiero jugar y estar contento”. Para entender esta respuesta hay que escuchar su historia, la de aquel niño que desde los 15 años de edad se convirtió en una máquina de hacer dinero, viajando en muchas ocasiones a equipos incómodos pero productivos. Su pesadilla se llama Shakhtar Donetsk, en Ucrania, país de clima bajo cero a donde llegó en el jet privado del magnate multimillonario Rinat Akhmetov, quien prácticamente lo encerró en una lujosa residencia de cuatro pisos y piscina.
Cuando Nery Alberto cumplió su capricho infantil de comprarse un Lamborghini, sólo lo utilizaba de su casa al entrenamiento. El DT del Shakhtar, el rumano Mircea Lucescu, nunca estuvo de acuerdo en la millonaria contratación del mexicano (20 mdd) y lo mandó al banquillo desde su presentación. Así, entre lujos, celos y poco futbol, Nery Alberto Castillo se fue perdiendo, como perdiendo también a sus padres y sufriendo la separación de su mujer, la griega Mariana Stamatopolou. La carta del futbolista se fue devaluando conforme fue mudando camiseta y de los 20 millones de dólares, Lamborghini y una residencia que raya en la obscenidad sólo quedó un futbolista que a la MLS llegó por un millón de dólares. Más adelante subiría a los 2.5 millones de euros, con el Aris Salónica.
Hace un par de semanas llegó en solitario a México, un país que dice es el suyo, pero del que muy poco conoce. Reitera: “El dinero es muy lindo, pero cuando ganas mucho y no estás a gusto, no la pasas bien”. Hoy sólo piensa en jugar en el Pachuca de su amigo Hugo y estar contento.