Hace unos días, platicaba con un buen amigo respecto a lo acelerado del mundo o, mejor dicho, que “se nos va el año como agua”. El tema: todos queremos resultados rápidos: tener éxito, tener dinero, tener reconocimiento. Pero en este acelere, pocas veces nos detenemos a pensar si estamos empezando por el final. La fórmula más simple –y más olvidada– para una vida con sentido es esta: ser, hacer y tener, en ese orden.
Desde pequeños nos enseñan que “hay que hacer para tener”, y con suerte, después “ser” alguien. Sin embargo, el orden correcto es justo el contrario. Primero se es, luego se hace y, como consecuencia, se tiene. Cuando lo invertimos, terminamos agotados, comparándonos con otros y persiguiendo metas que no siempre nos hacen felices.
- Ser: el punto de partida
El ser tiene que ver con conocerte. Saber qué te mueve, qué valoras, qué te da paz. Es preguntarte: ¿quién soy cuando nadie me ve?, ¿qué quiero aportar? Sin esa base, cualquier acción se vuelve vacía. Ser es más que tener un título o un cargo; es construir una identidad auténtica, una brújula interna.
- Hacer: actuar con propósito
Una vez que sabes quién eres, el hacer toma sentido. No se trata de hacer más cosas, sino de hacer lo correcto para ti. Muchos trabajan sin descanso, pero pocos disfrutan lo que hacen. Cuando tus acciones nacen de tu esencia, el esfuerzo se siente menos. No es luchar contra el reloj, sino dar forma a lo que realmente te mueve.
- Tener: la consecuencia natural
El tener llega como resultado del camino. Tener estabilidad, reconocimiento o éxito no está mal, siempre que no sea la meta principal. Si solo trabajas para tener, el vacío regresa. Pero si haces desde lo que eres, lo que tengas –mucho o poco– tendrá sentido.
En resumen: primero sé, luego haz, y al final tendrás. Cambiar ese orden puede parecer pequeño, pero transforma todo. No se trata de una idea romántica, sino de una estrategia real para vivir mejor, con menos ansiedad y más claridad.
Van mis #gabotips para buscar aplicar esta idea en tu vida:
- Haz pausas para escucharte. No tomes decisiones solo por costumbre o presión; pregúntate si reflejan quién eres.
- Pon intención a tus acciones. Cada día haz al menos una cosa que te acerque a la persona que quieres ser.
- Valora los resultados como aprendizaje. No todo lo que “tienes” es material: también cuentan los avances, las experiencias y las relaciones.
- Cuida la coherencia. Vive de forma que lo que piensas, dices y haces vaya en la misma dirección.
Espero estas líneas hayan sido de utilidad y, como siempre, quedo muy pendiente de tus comentarios y agradecido por el tiempo que te has tomado en leerme.
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