San Pedro Cholula ha sido escenario de una trama preocupante, donde la corrupción en la Policía Municipal y de Vialidad, tolerada por la administración de la panista Paola Angon, dejó huellas profundas. Lo que debería haber sido una institución al servicio del ciudadano se convirtió en un mecanismo para extorsionar, robar y abusar del poder, sobre todo en operativos relacionados con vehículos, como los alcoholímetros. Durante años, un grupo de comandantes, unos 15 o 20, controlaron la policía con un claro enfoque de beneficio personal.
Este abuso, denunciado por ciudadanos y empresas de grúas que intentaban mantenerse al margen de la corrupción, como es el caso de Grúas Cronos, dejó a muchos bajo una constante amenaza. No es solo que algunos grupos aprovecharon los operativos para enriquecerse, sino que aquellos que no se prestaban al juego fueron perseguidos, acosados e incluso amenazados con armas de fuego. Las denuncias hablan de robos de autopartes, manipulación en los operativos y una cultura del abuso que prosperó con la complacencia de las autoridades municipales de ese entonces.
Sin embargo, este miércoles, las cosas empezaron a cambiar. La recién nombrada alcaldesa, Tonantzin Fernández, mostró un enfoque diferente al abrir el diálogo con policías que protestaban pacíficamente en desacuerdo con sus mandos. Este gesto fue un respiro para quienes han sido víctimas del abuso dentro y fuera de la corporación, y un paso contundente hacia una limpieza necesaria.
Fernández relevó de su cargo al director de la Policía, Diego Armando Rojas, señalado por presunta corrupción. Además, se prevé que pronto sean destituidos Sebastián Aguilar, encargado de Vialidad, y Fernando Zurita, del Centro de Control y Comando (C2), ambos involucrados en prácticas similares. Este cambio de liderazgo envía un mensaje claro: la corrupción no será tolerada bajo esta nueva administración.
Es el comienzo de una nueva etapa para Cholula, pero el reto es grande. No basta con remover a los líderes corruptos; el sistema entero necesita una reestructuración que garantice que el poder no vuelva a caer en manos equivocadas. La ciudadanía, cansada de los abusos, tiene razones para albergar esperanza, pero también para mantenerse vigilante.
La administración de Tonantzin Fernández tiene una oportunidad única para devolverle a la Policía de Cholula su verdadera misión: proteger y servir. Pero para lograrlo, necesitará de un esfuerzo coordinado entre gobierno, ciudadanía y las propias fuerzas del orden, aquellas que, como vimos en las protestas, también desean un cambio.
La corrupción se ha incrustado en la estructura de la seguridad pública de Cholula por demasiado tiempo, y la administración anterior tiene mucho que explicar. Pero hoy, con un nuevo liderazgo, se abre una ventana de esperanza. ¿Será suficiente para restaurar la confianza de los cholultecas en sus instituciones? El tiempo y las acciones que sigan dirán. Por ahora, la destitución de los mandos involucrados en prácticas corruptas es un paso en la dirección correcta.
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