Sí, soy blanca de nacimiento, pero roja por elección y convicción, quien me conoce sabe que desde muy joven siempre me pregunté por las injusticias sociales, ¿por qué unos nacemos en ciertos contextos y otros no? ¿Se le puede llamar suerte? Esas preguntas me llevaron a estudiar la licenciatura en Psicología, ¿cómo desde mi trinchera podría ayudar a otros? Yo quería hacer algo diferente, sin embargo, no tenía claro qué, solo lograba imaginarme en un consultorio escuchando a otros afectados por la vida como yo.
A los dieciocho años pensé que al salir de la licenciatura el consultorio se llenaría de pacientes, por ese saber que da el título universitario. ¡Vaya ingenuidad! Estar para el otro y escucharlo implica mucho trabajo, convirtiéndose en un estilo de vida, destapando las orejas y desvistiendo al yo para así poder escuchar nombres propios, historias particulares, culturas distintas, contextos sociales diversos, dolores singulares, enajenamientos opresores. ¿En verdad uno puede tener tantos síntomas solo por genética, por la alimentación, o hay algo de la historia singular en relación a los síntomas, lo social y lo cultural que también se manifiestan en malestar que aqueja?
Bajo esas preguntas, cuestionando mi vida, viviendo bajo ideales de lo que una mujer debería ser, ideales que en su mayoría estaban basados en pensamientos moralistas; ideales con los que no estaba de acuerdo pero me terminaban alienando, dejándome en el deber ser; sin embargo, fue gracias a esas inconformidades que llegué al psicoanálisis. Sin poderme quedar quieta y escuchando mi corazón, sabiendo que estaba del lado correcto, el izquierdo, es que solo se puede escuchar al otro con el corazón, a pérdida. Fue así que entendí que a la izquierda se afloja lo que la derecha aprieta, fue así que entendí que lo que yo buscaba no era solo escuchar y estar para el otro por medio del lazo y la diferencia sino que buscaba evidenciar lo que se calla, lo que incomoda, lo que duele, porque para ser de izquierda hay que entender que hacer lazo con el otro implica poder escuchar y ver a aquellos que durante años, por cuestiones sociales, hemos sido excluidos y silenciados. Así que sí, uno puede nacer azul y blanca, pero con el tiempo y por los afectos de la vida convertirse en roja. Roja de corazón.
Breve reseña:
- Licenciada en Psicología por la Universidad Iberoamericana de Puebla
- Maestra en Psicoanálisis y Cultura por la Escuela Libre de Psicología
- Actualmente me dedico a la clínica psicoanalítica en consultorio privado
- Miembro de la casa Atelier de Eros
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