A lo largo de la historia, la lucha feminista ha estado estrechamente vinculada al deporte, con múltiples mujeres desafiando reglas sociales, discriminación y obstáculos institucionales para obtener los derechos y el reconocimiento en sus respectivas disciplinas. Para conmemorar una fecha tan relevante como el 8M, resulta esencial reconocer mediante estas líneas a aquellas mujeres que, con su valor, resolución y fortaleza, han contribuido a que el ámbito deportivo sea un lugar más justo.
Corría el año 1921, cuando la Federación Inglesa de Fútbol (FA) prohibió el fútbol femenil en sus estadios, con el absurdo argumento de que el deporte era “inapropiado para las mujeres”. La medida tomada por las autoridades no estaba sustentada en procurar la salud femenina, sino en el miedo: un temor al éxito que estaban alcanzando las jugadoras y a la amenaza que representaban para el predominio masculino en el balompié inglés.
La Gran Guerra (1914-1918) marcó un punto de inflexión en la historia del fútbol femenino. A raíz del reclutamiento de miles de hombres, las mujeres ocuparon los espacios laborales, donde el fútbol se volvió una actividad recreativa y fraternal entre las trabajadoras. Los partidos improvisados pronto se convirtieron en encuentros deportivos organizados, con la formación de equipos formales y una gran cantidad de espectadores que llegaron a alcanzar 50 mil personas.
El ascenso del fútbol femenil fue vertiginoso, particularmente el del equipo más popular de la época, Dick, Kerr’s Ladies, con sede en Preston, Lancashire. Después de la guerra, los equipos femeninos continuaban jugando con éxito y atraían a más público, mientras el fútbol masculino iniciaba su recuperación tras las consecuencias del conflicto armado.
Frente a esta circunstancia, en diciembre de 1921, la FA estableció de forma estricta que el fútbol femenino debería ser vetado de todos los estadios afiliados, ocasionando que las jugadoras entraran en una marginación deportiva. El veto generó efectos devastadores, cuando los equipos femeninos no pudieron participar en estadios asociados a la FA, se desplazaron a campos improvisados, perdiendo visibilidad y, consecuentemente, recursos financieros. Sin una organización oficial, el avance del fútbol femenino quedó desfasado en relación con su contraparte masculina.
La FA levantó la prohibición en 1971, debido a la creciente presión social y los cambios internacionales en la percepción del deporte femenino. Las cinco décadas de marginación para las mujeres en el fútbol evidenciaron la disparidad en infraestructura, respaldo y profesionalización que se percibe hasta el presente. No obstante, el fútbol femenil en Inglaterra ha experimentado un resurgimiento con fuerza ganando la Eurocopa Femenina en 2022 y un subcampeonato del mundo un año después.
Asimismo, las jugadoras han alcanzado un hito significativo en la lucha por la equidad, logrando que la FA establezca la igualdad salarial para quienes representan a las selecciones nacionales, tanto mujeres como hombres.
La historia del fútbol femenino es una historia de resistencia y perseverancia. Cada partido disputado y cada gol celebrado trascienden el marcador; son una declaración de lucha, un paso más en el camino hacia la equidad. A pesar de los obstáculos, el avance es imparable, porque el fútbol, al igual que el movimiento feminista, no tiene marcha atrás.
Desde las Gradas de la Historia, este 8M recordamos a aquellas mujeres que, dentro y fuera de la cancha, nos enseñaron que somos el reflejo de su lucha y legado. Su vida y su memoria han forjado el camino que hoy seguimos recorriendo. A ellas, nuestro más profundo agradecimiento: Concepción Gutiérrez Martínez, Luz María del Auxilio Gutiérrez Martínez, Manuela Cruz Escobar y Ricarda Cruz Cruz.
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