La competitividad ha sido en la alianza que encabeza Morena una indispensable condición para las candidaturas. Esta se expresa, en la mayoría de las ocasiones, con claridad aritmética y, en otros casos, debe edificarse con base en la alianza con otros partidos, pero la capacidad de ir con posibilidades competitivas a las urnas es prioridad.
De ahí, la aseveración de la presidenciable Claudia Sheinbaum Pardo, en Tehuacán, Puebla, de que algunos fundadores del movimiento lopezobradorista no han ganado sus respectivas encuestas y los triunfadores han sido personajes que vienen de otras fuerzas políticas.
La declaración es dura, pero es real y, sobre todo, no es nueva, pues se reiteró en cada una de las competiciones a nivel nacional, la que ganó contundentemente Sheinbaum, a la gubernatura que, de calle, arrasó en seis mediciones Alejandro Armenta, y así en cada municipio y distrito.
Quienes dicen, con cierta razón, que no siempre fueron las encuestas las definitorias, olvidan que el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) hizo alianza con otros institutos y a ellos se les otorgaron postulaciones específicas. Fueros estos, al final de cuentas, en contados casos, quienes definieron algunas candidaturas.
En Puebla, por ejemplo, hay unas cuantas candidaturas que correspondió definir a los partidos Verde Ecologista (PVEM), del Trabajo (PT), Nueva Alianza (Panal) y Fuerza por México. No todas las candidaturas pasaron por el tamiz de la encuesta que aplica Morena.
Esa es una reflexión que no puede pasarse por alto.
“Hay compañeras, compañeros, fundadores de Morena, pero que no ganan una encuesta, y hay otros compañeros que se acercaron hace seis años, hace tres y que sí ganan una encuesta”, dijo Claudia Sheinbaum.
Tiene toda la razón. Por ejemplo, en Puebla, la aplastante delantera la mantuvo siempre en las encuestas el hoy candidato Alejandro Armenta.
El dudoso cuento de que Moisés Ignacio Mier era “fundador” o el “legislador más cercano a AMLO” no le valieron ante el ánimo de la militancia y de los poblanos y poblanas.
Desde el principio del proceso interno morenista se especificó que las encuestas contaban y definían.
Muchos, desde el proceso nacional, apostaron a que no fuera así y que una negociación política resolviera.
Puebla es un ejemplo muy claro, pues aquí se habló, hasta la náusea, de la “pinche señal” y se orquestó toda una operación millonaria para hacer suponer que el clarísimo puntero, Alejandro Armenta, podría haber naufragado.
No fue así. En Puebla el puntero ganó y, con ello, además vino por añadidura un acto de justicia política.
Ahora bien, en las postulaciones legislativas federales y locales y en las municipales, hay otros partidos que participan y ahí hay negociación, en principio, que definen la repartición territorial.
A partir de saber qué distrito o qué municipio va para cuál de los partidos de la alianza, pues en Puebla hay una megacoalición de cinco institutos, entonces ya cada uno de ellos define métodos y personas para postular.
Son las reglas y desde el principio lo sabían los aspirantes. A pesar de ello y de las dudas, la competitividad ha prevalecido en las decisiones.
No hay que olvidar la meta que, precisamente, el domingo en Tehuacán reiteró la candidata presidencial, es de al menos 30 millones de votos.
Pero sobre todo, la obtención de la mayoría calificada compuesta en las dos cámaras del Congreso de la Unión.
Lo han sabido siempre. No hay sorpresas.