En días próximos se recordará el 57 aniversario de una gesta histórica que permanece grabada en la memoria colectiva: el icónico saludo del «Black Power» realizado por Tommie Smith y John Carlos en los Juegos Olímpicos de 1968, un momento importante en la lucha por los derechos civiles.
Corría la década de los sesenta marcada por una gran agitación política y un profundo despertar ciudadano en la mayoría de los países. Las tensiones de la Guerra Fría aumentaban, llevando a una crisis de misiles y a una cruenta Guerra en Vietnam, que motivaba el rechazo de la comunidad internacional. En ese marco, por primera vez un país latinoamericano era el anfitrión del evento deportivo más importante del planeta. México había demostrado al mundo que era capaz de albergar una gesta deportiva de tal magnitud y, aunque su gobierno no estaba a la altura de las circunstancias, el evento que se llevó a cabo del 12 al 27 de octubre dejó un sinfín de momentos memorables en las páginas del deporte.
Seis meses antes de arribar al Distrito Federal, los corredores Tommie Smith y John Carlos se habían enterado del asesinato del líder por los derechos civiles Martin Luther King Jr., en la ciudad de Memphis. Claramente, su participación en la carrera de 200 metros planos era más que una competición, era el foro indicado para mostrar al mundo la segregación racial que seguía proliferando en los Estados Unidos.
La primera idea era portar únicamente un par de guantes negros para evitar darle la mano al presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) durante la ceremonia. Sin embargo, con el paso de los días y las circunstancias, la protesta fue tomando forma, convirtiéndose en una gesta inolvidable. Diría el poeta sevillano Rafael Lasso de la Vega: «Aquello que es profundo ama el silencio de los signos». Y en efecto, Smith y Carlos no necesitaron gritarle al mundo lo que estaba pasando en los Estados Unidos, con cinco sencillos pero impactantes símbolos conmocionaron al orbe.
Tras conseguir el primer y tercer lugar en la carrera, Tommie Smith y John Carlos se dirigieron inmediatamente al vestuario para prepararse para la ceremonia. Smith llevaría un pañuelo negro en el cuello como símbolo de orgullo de sus orígenes. Por su parte, Carlos usaría la chamarra desabrochada y un collar de abalorios para solidarizarse con los obreros afroamericanos y con los que fueron asesinados sin que nadie dijese una oración por ellos.
Ambos portarían la insignia del «Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos» y tendrían los pies descalzos, haciendo alusión a la pobreza que todavía vivía la comunidad afroamericana y como un claro recordatorio de la prohibición a los esclavos de usar zapatos en los campos de algodón. Por último, los guantes negros representarían el símbolo del reconocido «Black Power», que encabezaba el movimiento de las Panteras Negras.
Circunstancialmente, John Carlos olvidó sus guantes en el vestidor y fue idea del corredor australiano Peter Norman, quien había quedado en segundo lugar, que cada uno portara un guante en una mano diferente. Por ello, la foto icónica nos muestra a Smith levantando el puño derecho y a Carlos alzando el izquierdo, ambos con la cabeza agachada mientras el himno estadounidense resonaba en el estadio Olímpico.
El acto fue duramente criticado por Avery Brundage, el presidente del COI, quien lo catalogó como una «repugnante demostración contra la bandera de los Estados Unidos que hicieron los negros». Ante esto, Brundage solicitó a Pedro Ramírez Vázquez, presidente del Comité Organizador mexicano, que la escena fuera eliminada de la documentación fílmica oficial y expulsara inmediatamente a los atletas de suelo olímpico.
A pesar de la negativa de las autoridades mexicanas por acceder a las solicitudes del COI, los tres atletas fueron segregados personal y deportivamente cuando regresaron a sus respectivos países. El australiano Peter Norman fue criticado fuertemente por apoyar el acto de protesta y no lo dejaron competir en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 pese a que contaba con las marcas necesarias para asistir.
Por su parte, los atletas estadounidenses no volvieron a correr a nivel profesional, siendo Smith el hombre más rápido del mundo en 1972, excluido de la justa veraniega de ese año. Debido a las múltiples presiones y las amenazas de muerte, Smith acabó por divorciarse y, en un peor escenario, la mujer de John Carlos se suicidó. A pesar de las situaciones tan caóticas y complicadas que vivían, Smith y Carlos continuaron defendiendo la igualdad y expresando su inconformidad ante la segregación racial.
En el año 2008, Smith y Carlos fueron galardonados con el «Premio Arthur Ashe al Valor», que otorga la cadena ESPN a las personas que posean carácter ante la adversidad y coraje frente al riesgo de defender sus creencias sin importar las consecuencias de ello. De igual manera, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, declaró lo poderoso de la protesta, que logró conmover a la gente y crear mayores oportunidades a las futuras generaciones.
Desde las Gradas de la Historia, recordamos los puños en alto de Smith y Carlos, no solo como un acto de protesta, sino como una declaración atemporal de que la dignidad y la igualdad son innegociables.
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