¿Qué son los celos y por qué los sentimos? He llegado a escuchar discursos donde se le dice al otro que “hay de celos a celos”. Esto me lleva a pensar que existen celos que son hasta cierto punto tolerables, mientras que otros son tan intensos que llegan a ser “tóxicos”, un adjetivo que se ha adoptado con aparente facilidad debido a las redes sociales, dando a entender que existen relaciones o personas “tóxicas”, describiéndolas como algo dañino, venenoso y malo, y aspirando a encontrar esa relación ideal fuera de dicha “toxicidad”.
Si pensamos que la palabra tóxico viene del latín toxicum, que a su vez deriva del griego antiguo toxikón (pharmakón), “veneno para flechas” (y en dode pharmakón también significa remedio), ¿qué sucede entonces cuando conocemos a alguien que nos gusta mucho? Lo que sentimos por esa persona es como un remedio al corazón, pero al mismo tiempo también nos atraviesa como un flechazo, infundiéndonos un “veneno” que invade nuestro cuerpo y hace que la vida cambie, desestabilizándola. No somos los mismos después de conocer a aquella persona que nos flechó, y a fin de cuentas de eso se trata el enamoramiento.
Sin embargo, se cree que hay algo malo en ser movidos por ese encuentro, buscando cuidarnos del otro que nos flechó, de allí el uso extraño que hacemos del adjetivo “tóxico”. Pero lo cierto es que no hay nada de malo en términos moralistas, como se ha querido dar a entender con el uso de dicho adjetivo. Porque ¿cómo sería posible ser flechado sin que algo se altere en nosotros? Algo nuevo, algo desconocido llega a nuestra vida sin avisar, desacomoda y nos hace tambalear, como el remedio y el veneno, como el amor y los celos, esos que no avisan cuando llegan.
El origen de la palabra “celos” se remonta al vocablo latino zeluz, y de igual manera viene del griego antiguo zelos, que significa ardor o ferviente deseo. Por ello, si pensamos en que los celos son vistos como un sentir que “entoxica” a quien los siente, ¿qué no acaso se trata de ese ardor que se siente y llega sin avisar? Ese ardor es un veneno pero al mismo tiempo está en relación directa con algo del deseo. Actualmente es muy comun escuchar que una relacion “sana” tendría que estar exenta de celos, pero ¿qué son los celos? Los celos dan lugar a una terceridad, es quedar excluido de eso que pasa entre dos, o un grupo. El celoso queda fuera de algo. “Yo quedo excluida de eso que gozan ellos, yo no estoy participando de lo que ellos sí”. Y llegamos a pensar que cuando aparecen esos celos hay algo malo en nosotros o estamos siendo “tóxicos”, que no deberíamos sentir celos para no “afectar” la relación, pero esto solo es un ideal que insiste pensar en la armonía, la reciprocidad y la certeza en las relaciones, cuando en realidad en toda relación que tengamos seremos afectados por el otro. Porque sí, los celos nos atraviesan, nos afectan, dado que nos excluyen de una situación.
Propongo enseguida algunos ejemplos por los que, estoy segura, muchos de los que me leen han pasado o conocen a alguien que pasó por una situación así.
Hay tres amigas que se llevan muy bien y hacen planes juntas, pero un día dos de ellas se van a comer y una de las tres no es invitada, sintiendo celos. Esos celos que siente por no ser partícipe de la comida también son una muestra de amor hacia ellas, y los siente al quedarse fuera de los planes de ambas. ¿Qué habría de malo, ominoso y/o feo en querer ser incluido? Otro ejemplo: una madre le da pecho a su bebé y justo en ese momento llega el hermano o la hermana mayor a pegarle a su hermanito o hermanita, jalarle los pelos, quitarle el calcetín, entre muchas otras cosas…por celos. Lo que siente el hijo mayor se debe a que queda fuera de eso que está sucediendo entre su mamá y su hermano, haciendo que reclame “¿por qué me excluyen de eso que está sucediendo entre ustedes?
Efectivamente, habrá situaciones en las que quedemos excluidos, la cuestión es qué hacer ante eso que se siente por no ser partícipe de algo, ya que aspirar a ser incluidos en todo es imposible e insostenible. Si creemos que estos celos están “intoxicados” y son “malos”, entonces tanto la amiga como el hijo mayor deberían sentirse culpables por tenerlos, lo que hace que los celos ya no sean tan solo un pesar, que llega por no querer quedar fuera de eso que pasa entre dos o más, sino colocándolos como una sentencia para quien los siente.
Dejemos a un lado la culpa por sentir celos para poder ver que nadie se salva de sentirlos, ya que lo que evidencian estos ejemplos es que los celos nos atraviesan, que son parte de la vida, que se sienten como un ardor en el cuerpo por ser excluido de lo que gozan los otros y yo no. Sin embargo, eso no nos hace ser “tóxicos”, pensando en la toxicidad de orden moralista como se entiende hoy, sino entendiéndolos a partir de su etimología: un veneno que arde en el cuerpo.
Por eso es que los celos, finalmente, están relacionados con la inclusión y la exclusión, no con el tener o no tener, pues el celoso no busca poseer al otro, sino evidenciar una verdad: no quedar por fuera de una situación, de una relación, surgiendo no por lo que no tengo o lo que puedo perder, sino a partir de la pregunta ¿por qué yo no soy parte de eso?
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