El pasado 30 de abril, mientras celebrábamos el Día del Niño y de la Niña, una fecha que nos invita a reflexionar sobre la importancia del deporte en la formación de las infancias, nos llegó también la memoria de un acontecimiento de peso histórico: hace 14 años, el escritor argentino Ernesto Sabato nos dejaba. Este contraste entre una celebración de la niñez y el recuerdo de un escritor tan profundo nos invita a filosofar sobre la importancia del deporte en nuestras vidas, no solo como una actividad física, sino también como un espacio de reflexión, dudas y resistencia personal.
Sabato compartía una profunda pasión por el fútbol, y su amado Estudiantes de La Plata le ofreció no solamente momentos de emoción, sino también valiosos espacios de reflexión sobre la vida, quizás incluso sobre el existencialismo que tanto permea su obra.
Sabato reflexionaba sobre cómo, tanto en la vida como en el fútbol, hay reglas determinadas para el ser humano, las cuales son necesarias para que todo tenga sentido. En este contexto de limitaciones y restricciones, el jugador tiene la oportunidad, y quizás la obligación, de improvisar para alcanzar la meta o el gol tan deseado. Aunque pueda parecer exagerado que las y los futbolistas entreguen su «alma» por la victoria, ¿acaso no debería ser esa la actitud en el juego de nuestra propia vida? La respuesta del autor argentino es afirmativa.
De la vasta obra de Sabato, me detengo en su libro titulado La Resistencia, donde en sus páginas el autor nos enfrenta a la idea de la resistencia, no solamente como un concepto histórico o social, sino como una actitud frente a la vida y la realidad misma. Sin duda, las páginas nos permiten visualizar que el concepto de resistencia tiene una mayor lógica y comprensión social que la resiliencia, que hoy se muestra como una moda en la vida actual.
El enfoque filosófico de Sabato en su obra puede relacionarse con una reflexión profunda sobre la vida, la angustia y la resistencia en un mundo cada vez más complejo. De manera similar, en el deporte –aunque no lo exprese abiertamente en sus libros– se pueden encontrar matices en su prosa que funcionan como metáforas de la resistencia que enfrentan los y las deportistas. Desde el desgaste físico y mental, hasta los límites impuestos, el dolor físico, la fatiga y las dudas internas: todos forman parte de la lucha existencial que se vive tanto en la vida como en la cancha.
En una entrevista de 1998 con el periodista colombiano César Londoño, el autor de El túnel, Ernesto Sabato, afirmó: «Si todas las personas jugaran fútbol, este mundo sería mejor». Podemos discrepar con la aseveración del nacido en Rojas, Argentina, pero no debemos olvidar que nuestras pasiones deportivas, culturales o sociales son, en última instancia, motivo de reflexión filosófica. Porque, más allá de si nos gustan o no los deportes, debemos estar convencidos de que la vida es un juego al que debemos enfrentarnos, aunque no queramos. La decisión de entrar a la cancha no la tomamos nosotros, pero sí la actitud, la resistencia y la capacidad de afrontar lo que venga.
Desde las Gradas de la Historia, agradecemos a Ernesto Sabato por mostrarnos la importancia del deporte en nuestras vidas, pero sobre todo por enseñarnos que es el camino de la filosofía la senda que debemos recorrer cada día para comprender, o seguir dudando, sobre nuestra existencia.
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