El grado de confianza ciudadana hacia un partido político es directamente proporcional al desempeño y trayectoria de sus representantes.
Las marcas políticas han ido perdiendo valor, credibilidad y electores.
Por más optimistas y sobrados que parezcan los dirigentes del Revolucionario Institucional en Puebla, la realidad es que al interior existe una lesión difícil de sanar.
Una marca triunfa si lo que ofrece a sus consumidores es atractivo, benéfico e innovador.
La lucha por posicionar a un “nuevo PRI” ha decaído en el ánimo de los militantes; muchas son las voces que acusan: Imposición, dedazo y simulación.
Puebla es un estado de ciudadanos en busca de oferta política real, propuestas viables y candidatos coherentes.
Pareciera que el PRI aún no entiende a su mercado, y lo peor, busca ofenderlo con las mismas prácticas de siempre, que poco abonan a su tan anhelada “unidad”.
Las campañas publicitarias y estrategias funcionan cuando van acompañadas de historias con una dosis de realidad y esperanza.
¿Qué le venderá #MoviendoAPuebla a los poblanos?
Unidad.
Lo dudo.
Un nuevo PRI
Lo dudo aún más.
El éxito de todos los candidatos dependerá del poder desmarcase a tiempo de la marca PRI, un producto devaluado, incoherente y con letras chiquitas que gritan ¡el consumo de este producto, no es benéfico para el ciudadano!