Es un hecho que en Puebla, junto con la renovación de las autoridades del Gobierno del estado y de los 217 municipios que lo conforman, el Comité Directivo Estatal del partido Morena también debe someterse a una limpia.
Una limpia que le permita sacudirse al barbosismo y a sus pocas huestes que aún siguen gozando de beneficios, de recursos a discreción y de un puesto que lograron gracias a los designios del exgobernador Luis Miguel Barbosa Huerta.
Ya lo he repetido hasta el cansancio en Posdata: en Morena deben ejecutar aquella frase de “renovarse o morir”.
Porque hoy la hegemonía que priva en el partido que controla el estado está encabezada por el gobernador electo de Puebla, Alejandro Armenta Mier, quien durante la primera asamblea del partido de la 4T, encabezada por Luisa María Alcalde Luján, dirigente nacional, y Andrés Manuel López Beltrán, secretario de Organización, se pronunció por la unidad.
Unidad, por cierto, que no existe, y no por responsabilidad del futuro mandatario sino por las grillas, los chismes, los intereses y la conveniencia de los barbosistas.
Habrá que recordar que el Consejo Estatal morenista es, en su mayoría, barbosista, ya que al menos el 80% de sus integrantes son personajes que simpatizaban con Miguel Barbosa, a quien rendían pleitesía porque fue quien los impuso.
¿Y cómo no habría rechifla durante la primera asamblea morenista en Puebla si los barbosistas arrepentidos ahora se dicen armentistas de hueso colorado?
Es de risa loca la actitud que han asumido los barbosistas arrepentidos, quienes se encargaron de dejar en ridículo, frente a su dirigente nacional, a la presidenta estatal de Morena, Olga Lucía Romero Garci–Crespo; al bueno para nada de Andrés Villegas Mendoza, presidente del Consejo; al secretario de Finanzas, Jorge Mota Jiménez; a Rosario Orozco Caballero, viuda de Miguel Barbosa, y al senador Ignacio Mier Velazco.
Durante su presentación y anuncio, todos ellos tuvieron que soportar una aguda rechifla y una que otra mentada de madre de parte de los consejeros y militantes de su propio partido.
De hecho, el gobernador Alejandro Armenta tuvo que intervenir, durante su discurso, para convocar a todos los morenistas a privilegiar la unidad y a hacer a un lado la división y el encono.
Lo mismo hizo Luisa María Alcalde, a quien le entregaron varios morenistas peticiones por escrito en las que se solicita la renovación urgente de la dirigencia estatal, así como acusaciones contra muchos de sus integrantes, particularmente por abusos económicos.
Y es natural, pues en Morena en Puebla no hay verdaderos líderes del pueblo sino barbosistas arrepentidos y abyectos impuestos por su finado líder.
Recordemos, además, que el Consejo Estatal de Morena se integra por 150 personas, es decir, diez por cada uno de los distritos electorales que corresponden al estado.
De estos, el barbosismo controlaba a por lo menos 120 consejeros, mientras que las corrientes antagónicas encabezadas por Claudia Rivera Vivanco, diputada federal; Nacho Mier, senador; Rodrigo Abdala Dartigues, delegado nacional de Bienestar, y Julio Huerta Gómez, diputado local, se quedaron y repartieron 30 posiciones.
La líder estatal de Morena, Olga Romero; el secretario general, Agustín Guerrero Castillo, y el tesorero, Jorge Mota, fueron impuestos directamente por Miguel Barbosa para el periodo 2022-2025.
El gobernador Armenta apenas tiene algunas posiciones en Morena en Puebla, a pesar de que hoy los lidercillos y la mayoría de los consejeros le rindan pleitesía.
¿Creerán que el gobernador electo ya olvidó que todos los consejeros y los integrantes del Comité Estatal decidieron dejarlo fuera de la competencia por la candidatura a la gubernatura del estado?
En lo personal, creo que no, y ya lo he repetido en varias ocasiones.
Aunque Armenta no aplique aquello de “ni perdón, ni olvido” a raja tabla, por aquello de que el flamante Consejo Estatal de Morena únicamente le regaló seis votos y en su momento lo dejó fuera de la encuesta con la que se definiría al candidato al Gobierno de Puebla, sí tiene muy presente quién es quién en su partido.
Aquella polémica votación del consejo quedó de la siguiente manera: Julio Huerta, “el primo incómodo” barbosista, ganó la votación con 63 sufragios; Nacho Mier obtuvo 44 votos; Lizeth Sánchez García, exsecretaria de Bienestar del Gobierno estatal y propuesta por el Partido del Trabajo (PT), se adjudicó 55 sufragios; mientras que Olivia Salomón Vibaldo se quedó con 48 votos.
Bien dijeron los armentistas en su momento, “tiempo al tiempo”.
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