Vivió, hasta el último día, para cumplirle a la patria y a la historia. Ifigenia Martha Martínez y Hernández murió apenas cuatro días después de haber entregado la Banda Presidencial a la primera mujer jefa de Estado y de Gobierno de México.
Pareciera que la economista y pionera en muchas áreas de la vida política y social hubiera pedido licencia a la inexorable muerte, para cumplir ese cometido.
La mujer que fue fundamental para el rompimiento en 1988 de los priistas más ilustres, quienes conformaron la Corriente Democrática, solía visitar recurrentemente en los años 90, las aulas universitarias, en calidad de conferencista de la actualidad política.
Estaba muy fresco en el sentimiento popular el proceso electoral de 1988, que había ganado Carlos Salinas de Gortari.
Una elección presidencial que estuvo marcada y manchada por la caída del sistema, atribuida al exsecretario de Gobernación Manuel Bartlett Díaz.
Aunque con el aparato descomunal que entonces tenía el Partido Revolucionario Institucional (PRI), es difícil suponer que realmente hubo un fraude aritmético, en la memoria histórica y por generaciones ha quedado la percepción de que el presidente legítimo fue, con un triunfo en las urnas, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Ahí estuvo siempre Ifigenia, la primera mujer mexicana graduada en Harvard, la fundadora del Partido de la Revolución Democrática (PRD), la presencia femenina más fuerte en el Frente Democrático Nacional de 1988, la mujer sabia, la mujer única, la mujer indispensable.
Una mañana, como cualquier otra del otoño de 1990, a este reportero, entonces provinciano estudiante universitario que llegaba a la capital del país, le tocó ver y escuchar a Ifigenia en una ponencia, en uno de los auditorios de la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Xochimilco, la UAM-X.
Disertó Ifigenia sobre la democracia en el país y su fragilidad. Habló sobre el desgaste del sistema.
Ese día estuvo con ella Porfirio Alejandro Muñoz Ledo y Lazo de la Vega, también ya fallecido, y ante los universitarios ella advirtió sobre cambios que vendrían en el país con los años. Anheló ante los uameros la llegada de la alternancia y la presagió en el mediano plazo.
En todo acertó la economista, quien fue la primera mujer directora de esa facultad en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Solo en una cosa falló su pronóstico de ese momento, que la alternancia llegaría con la fortalecida izquierda de esa época, en la que se habían reunido los críticos del priato y los viejos comunistas y socialistas del país, junto con muchos líderes sociales y grupos emergentes de la sociedad.
La alternancia vino, pero con la derecha en el año 2000.
Su pronóstico falló en el tiempo, porque finalmente hoy la izquierda gobierna México.
Ifigenia murió a los 94 años. Al momento de su partida era presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados y, por tanto, presidenta del Congreso de la Unión.
Hay quienes tienen muy claro la estatura histórica de la política, pero sin duda la mayor ponderación de su obra vendrá con los años.
La catedrática, la dos veces senadora, cuatro veces diputada federal e integrante del Congreso Constituyente de la Ciudad de México, dejó huella definitiva en el país.
Cumplió hasta el último día.
Con su edad avanzada, el inexorable camino a la partida estaba cerca, cuando el 1 de octubre entregó la Banda Presidencial.
Fue una mujer de Estado.
Pudo pausar la muerte unos días.
Así logró cumplirle a la patria y a la historia.