El pasado sábado 4 de junio, visitó la entidad poblana la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, en su discurso, la doctora en Ingeniería Ambiental puntualizó que México está preparado para que las mujeres ocupen cargos públicos y posiciones de poder, como diputaciones, alcaldías, gubernaturas y, por supuesto, la Presidencia de la República.
Para nadie es un secreto que Claudia Sheinbaum es la aspirante mejor posicionada de Morena en la contienda presidencial, que si hoy fueran las elecciones, ella sería la primera mujer presidenta de la República Mexicana. Colocarse en tan alto nivel de posicionamiento también la ha hecho vulnerable a los ataques de la oposición y, por supuesto, a los del “fuego amigo”, que de amigo no tiene nada.
Ataques en donde han prevalecido señalamientos misóginos y machistas, que nada tienen que ver con su desempeño público, su función como servidora pública y jefa de Gobierno o como política, sino que encierran una profunda aversión a que una mujer pueda ocupar por primera vez la silla del águila.
Durante su visita a Puebla, una reportera la cuestionó diciéndole que si el presidente Andrés Manuel López Obrador iba a seguir gobernando tras llegar ella a Palacio Nacional, la doctora Sheinbaum le dijo puntualmente que eso no se lo preguntarían a un hombre, cosa que es absolutamente cierta.
¿Por qué esto es tan importante? Porque, por años, la crítica hacia la participación política de las mujeres ha estado en función de su relación con un hombre, como si todas tuviéramos que ser tuteladas por un hombre, manejadas por un hombre, emparentadas o relacionadas con un hombre para poder participar políticamente. Pero no, las mujeres no somos propiedad de nadie, que una mujer participe en política no tiene siempre que estar vinculado a si es la esposa de, la novia de, la hija de, o la amante de. Pensar de esa manera es profundamente machista y hasta misógino. Y por supuesto profundiza la narrativa de que la política es cosa de hombres y que las mujeres solo avanzan en tanto sean “manejadas” por un hombre, lo cual nos coloca en una seria posición de desventaja, pues minimiza e infantiliza nuestra participación.
Pensar que Claudia Sheinbaum, siendo política, científica, académica y activista, con maestría y doctorado en Ciencias de la Energía y Ambientales, siendo secretaria de Medio Ambiente, jefa delegacional de Tlalpan y jefa de Gobierno, “es manejada” por un hombre, además de ser profundamente miope, es sexista y discriminatorio, pues le quita capacidad de agencia a una mujer que se ha abierto una carrera en distintos ámbitos por muchos años, sola.
Con el triunfo de la maestra Delfina Gómez en el Estado de México como la primera gobernadora NO priista. Con una gran campaña de Ale del Moral, quien fue buena candidata pero cargó el peso de un partido corrupto, con 10 gobernadoras en el poder y contando, es posible asegurar que sí, que es tiempo de las mujeres y que México está listo para su primera mujer presidenta de la República. Lo que es muy importante puntualizar es que no basta con que sea mujer, tiene que ser una mujer con conciencia de género, que entienda las profundas desigualdades que atraviesan las mujeres como sujetos históricamente discriminados, y que esté dispuesta a sacudir el sistema patriarcal como un acto de justicia social. Hacia allá vamos.