La definición de cisma se emplea comúnmente en el contexto religioso para referirse a la separación de un grupo o una comunidad de fieles en dos o más sectores.
La historia marca que el Cisma de Oriente y Occidente se produjo en 1054, y vaticinó el rompimiento entre el papa (líder de la Iglesia católica de Roma) y el patriarca ecuménico de Constantinopla (líder de la Iglesia ortodoxa).
Sin embargo, además de hacer referencia a la separación y/o ruptura histórica de los dos jerarcas religiosos, el concepto de cisma se utiliza en alusión a la ruptura o escisión de un determinado grupo, tal como ha sucedido en la BUAP.
Y es que en la máxima casa de estudios del estado tuvieron que darse los cambios y ajustes necesarios para enderezar el rumbo del proyecto encabezado por la doctora Lilia Cedillo Ramírez, quien va por su segundo periodo de gestión por otros cuatro años, y para dar paso a los nuevos tiempos.
La estrategia tuvo que dar un viraje por múltiples razones, principalmente porque el resultado de la última elección, con la que Lilia Cedillo logró la reelección, apenas si fue el necesario para ganar con el apoyo de los maestros de la institución.
El resultado de los últimos comicios internos de la BUAP no fue el deseado simple y sencillamente porque los estudiantes aún tienen muchas exigencias sobre el proyecto encabezado por quien repetirá en la rectoría.
Un elemento más que obligó a la gobernadora de la autónoma de Puebla a aceptar bajas y altas en su equipo más cercano, así como en los cargos clave de la universidad, fue el paro estudiantil de 43 largos días, el cual estalló en la Facultad de Medicina el pasado 24 de febrero del año en curso y que concluyó el 31 de marzo.
El grupo que controlaba la administración central fue rebasado totalmente por el fenómeno, además que siempre estuvo más preocupado en querer ganar guerras intestinas estériles que en lo verdaderamente importante en la institución: los estudiantes.
Imaginaron y crearon demonios a los que persiguieron con los mismos argumentos todo el tiempo, se olvidaron de atender las necesidades más urgentes de la comunidad estudiantil, se dedicaron a hacer política (lo que tanto criticaron) y no a impulsar un proyecto educativo de calidad, de la talla de la BUAP, de la calidad científica de la doctora Lilia.
Se entramparon en sus propios conflictos y no supieron enfrentar los retos de una universidad moderna, de una institución ubicada entre las 10 mejores del país –como la BUAP– por su calidad académica, por su reputación y empleabilidad, por sus trabajos de investigación, por su infraestructura y recursos, por el grado de internacionalización y por el elevado entorno de aprendizaje.
Por algo el cisma generado en el grupo que antes controlaba la BUAP, el cual ha quedado desactivado y desarticulado.
Ahora se viene la recomposición, una nueva estrategia y filosofía en un equipo renovado, que resuelve y que va de la mano con la sociedad, pero, particularmente, con su comunidad estudiantil, académica y no académica.
Ayer, poco tiempo después de los nuevos nombramientos, José Manuel Alonso Orozco, el secretario técnico, se despidió de las actividades políticas internas de la institución y firmó prácticamente su retiro de la vida universitaria.
Y habrá que estar atentos porque aún se seguirá poniendo orden, organización y disciplina en la institución, ya que su labor, vínculo, trabajo y compromiso con la sociedad están primero.
Es mucho lo que la rectora Lilia Cedillo tendrá que decirles a los universitarios en el último informe de labores de su primer periodo de gestión, quienes ya le demostraron que están atentos a cada paso que da.
Mención especial, desde luego, debo hacer sobre la designación del nuevo secretario general de la BUAP, Damián Hernández Méndez, quien es un tiburón universitario con toda la experiencia en el teje y maneje de la educación superior y los trabajos que se ejecutan en la Benemérita.
De más está decir que Damián es un estratega que conoce a la perfección las entrañas de la BUAP, pues no por nada jugó un papel importante en la resolución del paro que colapsó a la universidad de sus amores.
Bien dicen que la vida es una rueda de la fortuna, ya que el nuevo secretario general fue vapuleado y exiliado de la universidad en su momento, pero gracias a su madurez, a su trabajo, a su formación y humanidad ahora ha llegado hasta donde está.
Con Damián Hernández le irá bien a la rectora Lilia Cedillo, no hay duda.
Es por ello que la rectora ahora sí podrá garantizar la estabilidad de la máxima institución pública en el estado, tanto al interior como al exterior, ya que su nuevo secretario es un académico de corazón, pero, además, es un muy hábil animal político que ha sabido mantener el equilibrio entre la academia y la política, y entre la BUAP y la actual administración estatal.
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