En colaboraciones anteriores hemos explorado las raíces históricas de Cholula. Hoy profundizaremos en cómo este milenario asentamiento se convirtió en una de las joyas culturales más importantes de Mesoamérica y cómo esa herencia sigue moldeando su identidad en el presente.
Mesoamérica fue el hogar de varias civilizaciones avanzadas antes de la llegada de los españoles. Entre ellas se cuentan los olmecas, mayas, zapotecas, mixtecas, toltecas y mexicas o aztecas. Esta región se caracteriza por compartir elementos culturales, religiosos, económicos y tecnológicos entre las diversas sociedades que la habitaron.
Se presume que esta región estuvo ocupada desde tiempos remotos por la cultura olmeca, una población de origen asiático que, según las teorías más aceptadas, cruzó el estrecho de Bering para establecerse en América.
Si bien la inmigración al continente americano se estima que ocurrió hace 20 mil años, los olmecas, considerados como la “cultura madre” de Mesoamérica, establecieron sus principales asentamientos entre aproximadamente el 2500 a. C. y el 400 a. C. Su poblamiento estuvo marcado por un desarrollo cultural, social y político avanzado que influyó en toda la región mesoamericana.
El valle donde hoy se asienta Cholula, conocido como valle de Cuetlaxcoapan y actualmente llamado valle de Puebla-Tlaxcala, es una subregión de Mesoamérica ubicada en el borde oriental del Altiplano Central (centro de México), cerca de la Sierra Madre Oriental. Este valle formó parte de un corredor que conectaba el Altiplano con la costa del Golfo y con las tierras altas del suroeste, incluyendo Oaxaca.
El valle de Cuetlaxcoapan era un punto de intersección de rutas comerciales y culturales, un paso natural entre México-Tenochtitlán, en el centro del altiplano, y el golfo de México. Esta ubicación lo convirtió en un lugar clave para el intercambio de bienes.
El sitio que actualmente ocupa la ciudad de Cholula muestra indicios de ocupación humana al menos desde el Preclásico Medio Mesoamericano (1200-400 a. C.), lo que representa más de 30 siglos de ocupación continua. Según el libro Cholula de las antropólogas Patricia Plunket y Gabriela Uruñuela, las primeras aldeas agrícolas de la zona datan del periodo formativo (900-100 a. C.), hace aproximadamente 3,000 años.
La antigua Cholollan fue un importante centro ceremonial de Mesoamérica, posiblemente por sus ventajas geográficas para la economía mesoamericana y por su relación con el mítico Quetzalcóatl.
Desde el año 1500 a. C., los olmecas preclásicos habitaban este valle. Más adelante, en el siglo I d. C., la influencia teotihuacana se extendió, y el asentamiento olmeca fue sometido por los teotihuacanos, quienes probablemente formalizaron el establecimiento de Cholula.
En el siglo VII d. C., los olmecas-xicalancas llegaron a la región, que entonces comenzó a recibir la influencia de la vecina Tenochtitlán. Sin embargo, en el siglo XII d. C., los toltecas, liderados por Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, migraron desde Tollan (Tula, Hidalgo) y se asentaron en Cholula tras enfrentar conflictos internos en su ciudad de origen. Aunque fueron bien recibidos al principio, los toltecas se impusieron a los olmecas-xicalancas, quienes se refugiaron en la parte sur de la pirámide.
Los toltecas construyeron su propio santuario a Quetzalcóatl al norte de la pirámide, donde hoy se encuentra el convento de San Gabriel. Este santuario se convirtió en el centro religioso más importante del Altiplano Central, haciendo de Cholula un destacado lugar de ofrendas y peregrinación.
A partir de entonces, dos grupos étnicos compartieron el territorio, la lengua y la religión. Esto se reflejó en la organización territorial, que se dividió en cinco cabeceras según el origen olmeca o tolteca de sus habitantes.
El control tolteca finalizó en 1359, cuando los huejotzincas invadieron la región. Un siglo después, en 1450, los mexicas sometieron a los huejotzincas. Finalmente, en 1519, Hernán Cortés y sus tropas, junto con un contingente tlaxcalteca, llegaron a Cholollan.
Hoy, Cholula es mucho más que un sitio arqueológico: es un recordatorio vivo de cómo las ciudades pueden evolucionar sin perder su esencia. Su papel como centro de intercambio y encuentro cultural sigue vigente. Actualmente, es un espacio que atrae tanto a turistas como a académicos, y sus tradiciones, mercados y festividades conectan el pasado con el presente.
Entender la historia de Cholula no es solo un ejercicio de memoria, sino una forma de comprender cómo el mestizaje y la integración cultural crean una identidad única y vibrante. En un mundo donde las ciudades modernas preservan su esencia, Cholula demuestra que el pasado no es un lastre, sino una raíz que fortalece el presente.
¿Cómo estamos cuidando esta herencia?