El atentado contra el expresidente Donald Trump el pasado 15 de julio en un mitin en Butler, Pensilvania, marcó significativamente al candidato republicano para ocupar la Presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Significa que casi está asegurado su triunfo en las próximas elecciones del país vecino el próximo 5 de noviembre. Significa también la muerte política del otrora candidato demócrata y actual presidente, Joe Biden.
Este atentando es un claro ejemplo de cómo un evento catastrófico que puede significar una crisis mediática y política para quien lo sufre, puede convertirse en un viento a favor, que para este caso, “el inquebrantable” e “inmortal” Trump revirtió con su temple de acero y una estrategia de comunicación política inmediata que lo han convertido no en víctima sino en una especie de mesías.
En un país bélico, potencia militar, incitador de guerras en “aras de la democracia”, en un país en el que ir a la guerra y morir en ella o regresar lisiado es un acto heroico y patriótico; todo lo enunciando lo mismo para demócratas que para republicanos, es un contexto social idóneo para la extraordinaria estrategia de Trump.
Ese sábado en Pensilvania, Trump salía con la cara ensangrentada, pero en un acto de temple de acero, el republicano hizo lo impensable; mientras el servicio secreto lo ayudaba a incorporarse y lo cubrían totalmente como marca el protocolo, Trump levantó el puño y dejó su rostro expuesto, un rostro bélico y con una expresión profunda de coraje al tiempo que gritó “¡U. S. A.!” y el resto de los ahí presentes salieron de un shock, entrando a un estado catártico, acompañando con el mismo grito a Donald Trump “¡U. S. A.!”
Y por si esto no fuera suficiente, la foto del siglo del fotoperiodista para la AP Photo Evan Vucci, mejor imposible en su composición, sí, pero mejor imposible para el equipo de campaña del candidato que de inmediato la comenzó a circular y que dio la vuelta al mundo, haciendo enterar a casi toda la población mundial de lo ocurrido solo con una imagen perfecta que grita victoria.
De inmediato, las reacciones por redes sociales de mandatarios y primeros ministros del mundo entero no se hicieron esperar, condenando el ataque y mostrando su apoyo a Donald Trump. Incluido Joe Biden, que debió pensar antes, o su equipo de campaña, qué y cómo decirlo como presidente, pero también como candidato. Él dijo que se detenían sus mítines (quizá es lo correcto, pero no lo acertado ante un Trump que había gritado en un gráfico “No tengo miedo”).
Después, la estrategia perfecta de Trump continuó, en un parte médico su especialista afirmó que el expresidente se encontraba bien: “La bala pasó a menos de un cuarto de pulgada [0.6 centímetros] de su cabeza, e impactó la parte superior de la oreja derecha”.
Más allá de especulaciones de por qué permitieron que el abatido de inmediato y atacante en el mitin, Thomas Matthew Crooks, de 20 años, se subiera a un techo y ya lo tuvieran en la mira los servicios de inteligencia antes de que el asesino comenzara el tiroteo, lo cierto es que este atentado fue el tiro de gracia para la carrera hacia la reelección de Joe Biden.
Cierto también es que antes de ello existieron tiros previos, incluso balazos en el pie por parte de Biden: la creciente crisis al interior de su partido ante una aparente pérdida de sus capacidades cognitivas, la muy lamentable presentación en el debate que vieron 50 millones de personas el pasado 27 de junio, el inicio de una guerra que ha dejado muy mal parado a Israel pero sobre todo que ha causado cientos de miles de muertes de niños, mujeres y hombres, y que bien le ha valido el que una parte de la población mundial le tilde de genocida.
La estrategia de Trump siguió con la agonía de Biden y la preocupación del Partido Demócrata. Después de algunos días la primera declaración que brinda el magnate dicta así: Solo Dios impidió que ocurriera lo impensable. “Nosotros NO TEMEREMOS”, dijo tras sobrevivir al intento de magnicidio.
En una entrevista con el New York Post, Trump dijo: “Se supone que no debo estar aquí, se supone que debo estar muerto”. Y en su primer mitin después del atentado celebrado en Michigan, Trump remató: “Las balas volaban sobre nosotros, pero yo me mantuve sereno. Estoy ante ustedes en este estadio solo por la gracia de Dios todopoderoso”.
La agonía política de Biden concluyó el domingo 21 de julio en que ha anunciado en una carta y en post publicados en redes sociales como X e Instagram, su renuncia a la candidatura por el Partido Demócrata y develando su apoyo para ser candidata a Kamala Harris.
Veremos para el 19 de agosto en la Convención Demócrata el compañero o compañera (¿por qué no?). Sería una excelente estrategia para levantar un poco los ánimos, quizá Michelle Obama, por ejemplo, pero solo es una idea mía, lo cierto es que necesita a alguien con liderazgo carismático para poder dar una batalla en las elecciones del próximo 5 de noviembre.