Alejandro Armenta tomó protesta como gobernador de Puebla este 14 de diciembre, en un evento que marcó el inicio formal de su administración, tras ganar las elecciones del 2 de junio del 2024 en la entidad con el 59.5% de los votos.
En lo que fue la presentación de su visión para el estado, ratificó su compromiso con los principios de la Cuarta Transformación, citando a Andrés Manuel López Obrador y resaltando la colaboración con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, enmarcando el inicio de una nueva etapa en la vida política de la entidad en un contexto de alta expectación, dada la relevancia de su figura tanto en el ámbito local como nacional, y sobre todo, por los retos que enfrenta Puebla para consolidar un futuro más próspero y equitativo.
Desde el principio, Armenta ha mostrado una clara conciencia de los desafíos que enfrenta. Durante su discurso inaugural, resaltó la importancia de la unidad y el trabajo colectivo para fortalecer al estado, e hizo un llamado a todos los sectores para colaborar en la construcción de una Puebla más justa, segura y competitiva.
“Mi compromiso es con la gente de Puebla, con los que menos tienen y con los que luchan cada día por un mejor futuro”, afirmó, subrayando la necesidad de que su administración sea inclusiva, transparente y cercana a la ciudadanía.
El evento con el que se dio inicio al segundo piso de la transformación en Puebla, celebrado en un marco solemne y cargado de simbolismo, contó con la presencia de las dirigencias nacionales de Morena, el Partido Verde, el Partido del Trabajo, Fuerza Por México, siete gobernadores, integrantes del gabinete federal, senadores, y figuras del ámbito político, empresarial y social quienes arroparon la unción y reforzaron la relevancia de Armenta, no solo como líder del estado, sino como una pieza clave dentro del tablero político nacional.
Y es que la administración de Alejandro Armenta llega a Puebla en un contexto de retos estructurales. Si bien, el estado ha experimentado avances significativos en áreas como la infraestructura y la conectividad, sigue enfrentando profundas desigualdades sociales, altos índices de violencia y una economía que no termina de despegar con solidez.
Por tal motivo, esta transición de gobierno es una oportunidad para reevaluar las políticas públicas, corregir rumbos y redoblar esfuerzos en las áreas donde aún se perciben carencias a pesar de los esfuerzos y buenos resultados de Sergio Salomón, quien tuvo que empeñarse a fondo para rescatar la mala percepción de los gobiernos morenistas que se esparcía como la humedad entre la sociedad poblana de la mano de Miguel Barbosa.
Sin duda, uno de los temas más delicados es la inseguridad y el gobernador lo sabe, por lo que desde el minuto uno de su administración ha planteado la necesidad de fortalecer las instituciones de seguridad, mejorando los salarios y las condiciones laborales de los cuerpos policiacos, y estableciendo acciones que integren a las fuerzas federales, estatales y municipales para reducir los altos índices de criminalidad, especialmente en municipios de la Sierra Negra y las regiones cercanas a la capital.
Problemáticas hay muchas, no obstante, la visión presentada en este nuevo ciclo para Puebla, parece entenderlas y atenderlas, algunas de manera inmediata, otras con una visión que plantea objetivos a 2030, pero todas con la intención de atender a los los distintos sectores, impulsando la economía, implementando políticas que fomenten la inversión, el desarrollo del talento local y la inclusión social para consolidar a Puebla como un estado competitivo, donde la educación y la tecnología jueguen un papel central.
Todos saben que el gobernador y su equipo de colaboradores, deben de pensar en grande y entregar resultados porque el futuro de Puebla está en sus manos, y la ciudadanía espera resultados concretos, en un marco de diálogo y colaboración, para que este nuevo ciclo no sea solo un cambio de nombre en el gobierno, sino una verdadera transformación del estado.