Mario Alberto Mejía / La Quintacolumna
El Día que Volvió a Ganar Moreno Valle.
Poco después de la una de la tarde, Mendoza Blanco le entregó una encuesta de salida al gobernador Moreno Valle en la que quedaba en claro la considerable ventaja que los candidatos del PAN llevaban sobre los del PRI-Verde. El resultado era abrumador: 13-3.
Con el gobernador compartían la mesa, además del actuario José Rodolfo Mendoza Blanco, Eukid Castañón, Roberto Moya, Cabalán Macari y Martha Éricka Alonso.
Los rostros de satisfacción eran elocuentes. Las cosas habían salido mejor de lo planeado. El gobernador preguntó por los distritos más disputados. La respuesta no tardó en llegar: el VII, el XI y el XII.
“Hay que ceder en Tepeaca. Bájenle lo suficiente como para que Armenta gane por tres o cuatro puntos. Y hay que entregar Huauchinango y Zacatlán. Ni uno más”, dijo Moreno Valle.
La operación se puso en marcha.
La idea es que la diferencia pasara del 13-3 al 10-6. El gobernador siguió hablando: “Es necesario enviar un mensaje a Gobernación en el sentido de que no se preocupen por Armenta. Va a ganar como quedamos”.
Del lado priista el enojo era visible.
Hernández Deras, el delegado regional del CEN del PRI en Puebla, se metió a la regadera que mandó colocar en las oficinas de la Diagonal y se enfundó en ropa nueva. El calor iba a la alza pese a la amenaza de lluvia.
Una secretaria le pasó a César Camacho, líder nacional del PRI:
— ¿Qué pasó, Ismael? Me están reportando que vamos abajo.
— Sí, señor, pero Marín ya nos dijo que vamos a cerrar con todo y que eso nos dará margen de maniobra.
— Me acaban de avisar de Gobernación que sueltes Tepeaca. Moreno Valle va a cumplir su palabra y Armenta ganará sin problemas.
— Ya teníamos el operativo para reventar la elección, señor.
— Abórtalo. No hagas ruido donde no lo necesitamos. Mejor dile a tus operadores que se pongan a chambear.
— Marín me dijo…
— ¡Manda a la chingada a Marín! Puras palabras con él.
— Está bien, señor.
Desde la Secretaría General de Gobierno, el subsecretario Fernando Morales Martínez se comunicó por la línea privada con el delegado del PRI.
— ¿Qué pasó, hermanito? Me llamaste.
— Pinche hermanito, no mames. ¡Se están llevando todos los distritos!
— No, hermano, les estamos entregando los cuatro que nos pidieron y de pilón les vamos a regalar dos.
— ¡No seas mamador, hermanito! ¡Hay distritos donde nos dobletearon y no era para tanto!
— Relájate, hermano, vamos a quedar 10-6. Es un buen resultado para ti.
— ¡Me van a cagar en Gobernación!
— Tranquilo, hermanito, te garantizo que hasta te van a felicitar.
Mario Marín buscó en diversas horas del día a César Camacho. Nada. No le tomaba la llamada.
Metido en una casa de campaña hacía llamadas, daba instrucciones, movía a su gente.
La secretaria le pasó una llamada que esperaba desde temprano.
— ¿Dónde estás? –dijo casi balbuceando.
— Estoy en mi casa. Mis papás me pidieron que estuviera un rato con ellos.
— ¿No me engañas?
— Te prometo que no. Al ratito voy para allá.
— Pásame a tu mami.
— No, bebé. Créeme que estoy con ellos. Te estoy diciendo la verdad.
— Tengo mis dudas.
— No las tengas por favor. Me desocupo y voy contigo, ¿va?
Las casillas cerraron. Media hora después llegó a Casa Puebla la última encuesta de Mendoza Blanco. Las cifras se habían movido. El resultado final era 10-6 a favor del PAN.
El gobernador pidió varias llamadas: una a Los Pinos, una a Gobernación, una a Hacienda. En las tres conversaciones habló de acuerdos cumplidos. Y en las tres agregó una expresión singular: “Mis diputados en San Lázaro apoyarán las iniciativas de nuestro amigo”.
Las mentadas explotaron en la casa de campaña desde donde Marín operaba, pero no por la derrota de sus candidatos, sino por un tema que nada tenía que ver con la elección. Ese siete de junio las pasiones estaban desatadas.
El Día que Volvió a Ganar el PRI.
Las cosas para el PAN se empezaron a descomponer desde temprano. Para empezar, lejos de la lluvia pertinaz que se esperaba apareció un sol de junio brillante.
Los primeros reportes pusieron nerviosos a los operadores: “Hay una afluencia brutal en las urnas. Hay colas por todos lados”.
El ánimo de los priistas era notable. En el PRI de los Defensores de la República iniciaron los primeros brindis al mediodía, una vez que llegaron las primeras encuestas de salida.
Desde Gobernación federal fluían los primeros reportes de triunfos. El delegado Hernández Deras casi declamaba los resultados de esa hora.
“Vamos arriba en Huauchinango, Zacatlán, Zacapoaxtla, San Martín, Tepeaca, el XI y el XII de Puebla, Atlixco, Izúcar de Matamoros y Ajalpan. ¿Cuántos son?”, le preguntó a su particular.
— ¡Diez, delegado!
— ¡Diez! ¡A huevo! ¡Me voy a chingar a Moreno Valle! ¡Dile al pendejo de Marín que le meta todo a Teziutlán! ¡Vamos por el 11-4!
En Casa Puebla el gobernador no daba crédito a las cifras que Mendoza Blanco le presentaba. La peor catástrofe de su vida electoral brotaba por todos lados.
Una llamada de César Camacho alertó a eso de las cuatro de la tarde al delegado: el PAN le había dado la vuelta a un distrito. “Parece irreversible”, asentó el líder del PRI.
Un asesor de Moreno Valle hablaba con uno de los candidatos que parecían perdedores: “El error nuestro fue ceder cuatro distritos. Ellos no fueron generosos ante nuestra buena actitud. Cuatro hoy son demasiados. Si los quitamos, en realidad ellos nos ganaron sólo en cinco distritos. Pero cuatro es un mundo para nosotros en estos momentos. La contienda nunca fue equitativa. Arrancamos con un 4-0. ¿En qué partido de futbol le das tanta ventaja a los contrarios?
“Cuatro son cuatro mundos que regalamos. Cuatro goles en los que nos hicimos a un lado. Son chingaderas”.
Los monosílabos del candidato hacían más penosa su derrota.
La jornada concluyó y la victoria priista fue sobredimensionada en las redes sociales. Todos hablaban de la derrota del morenovallismo.
En el PRI de la Diagonal el delegado del PRI le habló a su “compadrito” Fernando Morales para gritarle una y otra vez:
“¡Nos los cogimos, hermanito, nos los cogimos!”.
De Deudas y Mentiras. Alguien anda diciendo por ahí que “X” le pidió prestado 50 mil pesos a “Y”.
No cuenta bien la historia.
Y es que en realidad “Y” le debe a “X” medio millón de pesos desde hace varios años.
Un científico de Harvard diría que es matemáticamente imposible que “X” le solicite un préstamo a quien le debe diez veces más de lo que en teoría le pidió.
Esto es lo que sucede algunas veces en Puebla.
Es una pena.
Otra más de las que han abundado.