Desde las primeras horas de este martes, el corazón del Centro Histórico de Puebla se llenó de fe y devoción con la celebración del Día del Señor de las Maravillas, la imagen religiosa más venerada de la ciudad.
Miles de fieles, provenientes de Puebla y de estados vecinos como Tlaxcala, Veracruz y Oaxaca, se congregaron en el Templo de Santa Mónica para rendir homenaje a esta figura sagrada, cuya historia y milagros han tejido un lazo profundo con la comunidad católica.
Poco antes de las seis de la mañana, el aire fresco de la ciudad se mezcló con las notas de “Las Mañanitas” interpretadas por un mariachi, marcando el inicio de una jornada llena de espiritualidad. Los devotos, muchos con velas encendidas y ramos de flores en las manos, formaron –y forman– largas filas para ingresar al templo ubicado en la calle 5 de Mayo y 18 Oriente-Poniente.
Algunos acudieron a pedir salud, trabajo o protección; otros, a agradecer los favores concedidos, en un ambiente donde la esperanza y la gratitud se respiran en cada rincón.
Una historia de fe y milagros
La imagen del Señor de las Maravillas, una talla del siglo XVII que representa a Jesús de Nazaret en una de sus caídas camino al Calvario, tiene una historia tan fascinante como conmovedora. Según la tradición, la escultura fue tallada con la madera de un árbol derribado por un rayo frente a la Parroquia de San José, en el Centro Histórico.
Inicialmente conocida como “Señor del Rayo” o “Señor de la Caída”, la imagen llegó al Templo de Santa Mónica tras ser ganada en una rifa por las monjas agustinas, quienes también son recordadas por crear el emblemático chile en nogada.
El nombre de “Señor de las Maravillas” proviene de una leyenda que ha trascendido generaciones. Se cuenta que una mujer visitaba diariamente la cárcel de San Juan de Dios, ubicada frente al templo, para llevarle comida a su esposo preso.
Durante sus visitas, notó a un recluso solitario al que nadie atendía. Movida por la compasión, comenzó a llevarle alimentos en secreto. Cuando su esposo fue liberado, ella continuó con sus visitas al recluso. Sin embargo, los celos de su marido lo llevaron a confrontarla.
Al preguntarle qué llevaba en su canasta, ella respondió: “Maravillas para el Señor”. Al abrir la canasta, el esposo encontró solo flores –maravillas, Mirabilis jalapa–, en lugar de comida, un milagro que ambos atribuyeron a la intervención divina.
Al buscar al recluso, descubrieron que había desaparecido, lo que les llevó a creer que era el mismo Cristo. Desde entonces, la imagen adquirió su nombre actual y se convirtió en un símbolo de fe y milagros.
Una celebración que une corazones
La fiesta del 1 de julio es la más importante de las tres que se dedican anualmente al Señor de las Maravillas, junto con el Viernes Santo y el tercer viernes de Cuaresma. Este año, a pesar de una ligera lluvia matutina, los fieles no dejaron de llegar al templo, que abrió sus puertas desde las 5:30 de la mañana y las mantendrá abiertas hasta las 8:00 de la noche, después de una misa auspiciada por la Cofradía de Nazarenos Puebla.
En las inmediaciones del templo, en medio de un ambiente fue festivo, ya comienzan a instalarse puestos de antojitos poblanos, como chalupas y tamales, así como de venta de artículos religiosos: imágenes del Señor, rosarios y retales de las túnicas bordadas a mano que visten la escultura, donadas por los propios devotos.
En medio de la vendimia, la señora Angélica Pérez, de rostro afable y manos delicadas, regala café y té a los fieles que llegan al templo como una manera para agradecer “porque este año me ha ido muy bien y mis nietos tienen salud”, compartió para los micrófonos del noticiario radiofónico A Tiempo Noticias (La Tropical Caliente 102.1 FM).
Por su parte, la señora Manuela Ramírez comentó que acude cada año al Templo de Santa Mónica, a ver al Señor de las Maravillas, para “agradecerle todos lo que nos ha dado en la familia, más que nada todos los milagros que nos ha hecho con la familia, con los nietos… aquí, (a) mi esposo le cortaron su pierna y, gracias a Dios salió con bien”. Conmovida, casi al borde del llanto y buscando con la mirada al Señor de las Maravillas, pidió “que nunca nos deje solos y que nos ayude en todo momento”.
La imagen, de tamaño natural y con un peso de aproximadamente 70 kilos, es cuidada con esmero por las hermanas agustinas recoletas, quienes preservan su legado.
Un faro de esperanza
La devoción al Señor de las Maravillas trasciende fronteras y generaciones. Feligreses de todas las edades compartieron historias de milagros: desde sanaciones inesperadas hasta soluciones a problemas cotidianos.
El Templo de Santa Mónica, con su arquitectura colonial del siglo XVII, se erige no solo como un recinto religioso, sino como un punto de encuentro donde la fe une a la comunidad.
La imagen del Señor de las Maravillas, con su rostro ensangrentado que refleja el sufrimiento de Cristo, sigue siendo un faro de esperanza para quienes buscan consuelo y fortaleza. A pesar de los desafíos, como el incendio de 2013 que dejó intacta la imagen o el sismo de 2017 que afectó el templo, la devoción permanece inquebrantable.