El Yunque es una organización pragmática.
A sus integrantes les interesan, por encima de todo, los negocios.
En Puebla los conocemos de arriba a abajo.
En el 2010, El Yunque negoció con Mario Marín Torres cosas que jamás cumplió.
Se comprometieron, por ejemplo, a impedir que el PAN nominara como candidato a la gubernatura a Rafael Moreno Valle.
Fallaron.
Luego dijeron a que vulnerarían desde adentro a Moreno Valle en aras de que Javier López Zavala se impusiera.
Volvieron a fallar.
Marín les adelantó negocios y prebendas, dos de sus palabras favoritas.
Les prometió también el cielo y las estrellas si hacían ganar a su candidato.
A nivel nacional no cantan mal las de José Alfredo.
Son los reyes de la opereta.
Manuel Espino, por ejemplo, sigue siendo uno de los suyos.
Su traición a Josefina Vázquez Mota es mera hechicería.
Vea el lector:
Durante la precampaña del PAN a la Presidencia algunos de sus integrantes fueron enviados para respaldar aparentemente el proyecto de Ernesto Cordero.
Fue el caso de Rogelio Carvajal, quien dentro de la campaña fungió como Coordinador de Campaña.
Pese a haber sido secretario general del PAN en la época de Germán Martínez, Carvajal tuvo un gris papel en la conducción de la campaña del delfín calderonista.
El Gobernador de Guanajuato Juan Manuel Oliva logró imponer a su candidato a sucederlo pero fue incapaz de hacer ganar a Cordero.
Y es que sólo le dio 7 mil votos contra los 16 mil que ganó Vázquez Mota.
Otro caso elocuente: el del gobernador de Morelos, Marco Antonio Adame, quien literalmente se subió a ese proyecto para afianzar la posición de su hijo Juan Pablo Adame como candidato plurinominal en la Cuarta Circunscripción.
Curiosamente: Juan Pablo se ostentó como enlace en Puebla de Cordero con el único fin de llevar información del modus operandi de esas estructuras al cuartel de Josefina.
Los números no mienten en Morelos: Cordero tuvo mil 525 votos contra 4 mil 413 de la precandidata.
Emilio González, gobernador de Jalisco -conservador en su forma de ser y alegre en su forma de beber-, prefirió negociar al final el resultado de la candidatura a la presidencia a favor de El Yunque a cambio de conservar la candidatura de su delfín, Fernando Guzmán, a la gubernatura.
El resultado fue evidentemente contradictorio.
Y es que su candidato se ubica en el tercer lugar de las preferencias electorales en Jalisco.
Estos cuatro personajes, entre otros, fueron artífices del descarrilamiento de la precandidatura del calderonista Ernesto Cordero, filtrando y extrayendo información confidencial que fue bien recibida por su organización para pactar espacios con Josefina Vázquez Mota.
Pero la historia y la realidad los rebasó.
Una vez ganada la candidatura, Josefina decidió mantener una sana distancia con El Yunque, conservando sólo figuras como Antonio Sánchez Díaz de Rivera y Rogelio Carvajal, este último representante del PAN ante el IFE.
Martha Mayela Alemana, casualmente esposa del gobernador de Morelos, fue designada Coordinadora de la Red de Familias de la candidata.
Al ver que el posicionamiento con el que arrancó su candidata comenzó a esfumarse, la organización convocó a un cónclave de su élite para decidir su futuro.
El punto de quiebre viene a darse luego del distanciamiento que era de esperar por parte de la candidata y el movimiento de algunos alfiles de la organización para buscar el mayor número de espacios en el Congreso.
Así, pues, los yunquistas Cecilia Romero, secretaria General del PAN, y Pepe Espina, Presidente de la Comisión de Procesos Internos, se dieron a la tarea de armar la parafernalia de inviabilidad de los procesos internos para orillar a la designación de candidaturas.
En esa estrategia, Puebla jugó un papel determinante bajo la presión de Cecilia Romero para amarrar los espacios de Rafael Micalco y Ruth Ramos.
Otros dos casos: las posiciones plurinominales que obtuvieron José González Morfín y Roberto Gil Zuarth.
Otro movimiento intempestivo que generó malos presagios se dio con la salida de Francisco Ramírez Acuña, quien dejó su curul en la Cámara Baja para ser nombrado embajador en España, luego de haber sido uno de los principales impulsores de la candidatura de Vázquez Mota.
La razón de enviarlo a España fue cabildear el respaldo del Gobierno de Mariano Rajoy, y en particular el de las organizaciones demócratas cristianas, quienes anticiparon desde meses atrás la derrota de la abanderada albiazul.
La misión de Ramírez Acuña fracasó ante la gravedad de la situación económica en Europa, lo que inhibió el envío de apoyos a la causa panista.
En las mismas fechas, Juan Manuel Oliva pidió licencia para dejar la Gubernatura e iniciar el reposicionamiento de sus estructuras en aras de que tras la eventual caída de Gustavo Madero tome por asalto al partido y ocupe la dirigencia nacional, teniendo como centro de operación la Secretaría General encabezada por Cecilia Romero.
Más tarde vinieron las declaraciones de Vicente Fox en el sentido de “sumarse al puntero”.
Posteriormente: la traición fraguada por El Yunque con el anuncio de Manuel Espino incorporándose al proyecto de Enrique Peña Nieto para refrendar viejas alianzas con el PRI, muy similar a la que fraguó la organización en el 2006 con 10 gobernadores, entre ellos el mexiquense Peña Nieto y el poblano Marín.
Espino es determinante dado que a través suyo crecen figuras políticas en Puebla, tales como Rafael Micalco y Leonor Popocatl, esta última fiel escudera del alcalde Eduardo Rivera Pérez.
¿Cómo olvidarlo?
Lalo fue uno de los testigos incómodos del pacto Marín-Espino realizado en el 2006.
Estos tres personajes, rehenes de sus propias fobias, manejan sus intereses de tal forma que aparentan impulsar la candidatura de Josefina.
Sin embargo, el trabajo territorial en la capital ha sido nulo y la publicidad es mínima.
La simulación es el pan de todos los días.
El juego político del alcalde sólo se concentra en el distrito 6 para afianzar a su fiel Enrique Guevara.
El cinismo de la organización ha llegado al grado de pedir a las estructuras sólo diez casilleros por municipio y condicionar el refrendo de la militancia a partir de llevar a votar entre 10 y 30 personas (10 para miembros adherentes y 30 para miembros activos) bajo la estrategia denominada “Sí se puede”.
A estas alturas de la contienda, dicha instrucción es firmada por Cecilia Rormero, quien a sabiendas de que su candidata va a fracasar se escudará en la Secretaría General para buscar culpables e iniciar desde ahí una cacería de brujas y tener la hegemonía del PAN.
Eduardo Rivera sabe que la única oportunidad de seguir anclado y escalar en la pirámide de El Yunque, para afianzar su aspiración de la gubernatura de Puebla, es su obediencia a aquellos que le han permitido llegar hasta donde ha llegado, por ello sus baterías tendrán que cargarse hacia el lado que los intereses del Yunque estimen conveniente, traicionando con ello la confianza ciega que depositara en él Josefina Vázquez Mota como el alcalde modelo de las huestes panistas.
Mientras tanto Manuel Espino será la punta de lanza para llevar los intereses de la organización a mejor puerto y con ello obtener canonjías y privilegios en el nuevo gobierno, pretendiendo convertirse en un grupo hegemónico que manipule a su antojo a la política mexicana a costa de las siglas de un partido político y medrando con el apoyo de una militancia hasta cierto grado noble y bastante disciplinada.
La organización como en otras elecciones hará uso de sus figuras políticas utilizando su poder en gobiernos locales, estatales e influencia entre los legisladores (Puebla no será la excepción) para afianzar sus intereses.
De este modo, Puebla llevará en la 4ª circunscripción al fiel de la balanza del PRI en las negociaciones con Marín: Rafael Micalco, así como a Ruth Ramos.
Esta última quedó en el lugar doce de la circunscripción por presiones de Cecilia Romero.
La traición y la doble moral, pues, son las características de estos personajes que siguen un sólo patrón de conducta: el dictado de El Yunque.