La Quinta Columna por Mario Alberto Mejía en Puebla Online
Desde que un fanfarrón autodenominado “El Bronco” inauguró la era de las candidaturas ciudadanas, una fiebre parecida a la viruela negra atacó a todos aquellos personajes que para bien o para mal no han estado en el radar del gobernador Moreno Valle.
(“Fanfarrón”, así lo bautizó el brillante Jesús Silva-Herzog Márquez en uno de sus artículos de lectura indispensable que publica los lunes en el diario Reforma).
Los afectados por la viruela negra de las candidaturas ciudadanas no caben juntos en un costal.
Algunos caben, sí, en la nómina del patético alcalde de San Pedro Cholula: un loquito de la feria autodenominado “Jota Jota”: José Juan Espinosa.
En esta nómina caben también algunos directores, columnistas y reporteros que todos los días defienden a quien les paga como focas aplaudidoras.
Otros caben en la nómina de la Ibero Puebla, cuyo rector guardó un silencio ominoso durante el sexenio marinista.
Al principio del caso Marín-Cacho se indignó públicamente para luego guardarse –junto con su silencio– en una bóveda espiritual en la que reparte hostias San Ignacio de Loyola.
Muy duro con unos el padrecito.
Muy blando con otros.
En el Departamento de Ciencias Sociales y Humanidades de la Ibero nació un aborto de candidato ciudadano que ha quedado exhibido en tan solo dos entregas de la columna que el lector tiene ante sí.
Este personaje es alumno de la Ibero en el departamento que coordina uno de sus padres espirituales: Juan Luis Hernández Avendaño.
Hoy al interior de la Ibero Puebla ya vieron que esto de las candidaturas ciudadanas es una raja política de la que pueden sacar provecho.
Otros personajes que buscan ser candidatos ciudadanos militan en el PRI y en el PAN sobre todo.
Son aquellos que están listos para saltar del barco una vez que no sean nominados por el Dedo de Oro.
Ya se saben el camino.
El primer paso es declararse ciudadanos antes que partidistas y reivindicar ese carácter comiendo en mercados populares o saludando a quienes cruzan por el zócalo de la ciudad.
Un potencial candidato ciudadano tiene que aflojarse el nudo de la corbata y repartir volantes en mangas de camisa.
Ese look sí funciona.
Hay otros eventuales candidatos ciudadanos que vienen de una larga temporada en el exilio aunque en su momento hayan coordinado campañas de políticos que han pecado en las arcas abiertas.
Y hay otros ciudadanos –auténticos ciudadanos sin ligas partidistas– a los que recurrirán en su momento los tratantes de esas candidaturas.
Como sus colegas dedicados a la trata de personas, los tratantes de ciudadanos recurren a métodos idénticos:
Primero los enamoran, luego los seducen, luego los penetran, luego los hacen adictos a ellos y finalmente los envían al foro público a prostituirse en aras de una explotación delirante.
Estos tratantes son tan persuasivos como quienes seducen a muchachitas provincianas inexpertas para luego tirarlas al fango y cobrar peniques por evento.
Es claro que debe de haber candados para evitar que algunos de estos vividores sean beneficiarios de candidaturas ciudadanas.
Ya vimos lo que ocurrió con “Beto” Merlo y sus patrocinadores.
No es posible que la Ley Electoral permita estas desgracias.
(Esta historia continuará mañana).
Plegarias no Atendidas. Eran las doce de la noche con 35 minutos del martes 1 de septiembre cuando desde su cuenta de Twitter Angie Navarro, activista de Puebla Vigila, me envió un mensaje por demás elocuente: “Estimado, solicito derecho de replica sobre tus recientes notas en las q me mencionas. Saludos”.
Tal cual.
Algo debió ocurrir para que Angie no me hiciera llegar su réplica.
Quizás más tarde lo haga.