Columna La Quinta Columna por Mario Alberto Mejía
Hay entrevistados que no merecen los entrevistadores que se les ponen enfrente.
Un caso: el de Manlio Fabio Beltrones.
Tres días seguidos el virtual dirigente nacional del PRI toleró el humorismo blanco de Carlos Marín, conductor de un miniprograma nocturno que pasa por Milenio TV.
Y es que las gracejadas del ex brillante reportero de la revista Proceso impidió que apareciera el verdadero Beltrones.
A cada pregunta regular le seguía un chiste o una referencia en la que el personaje central era el propio Marín.
Una buena metáfora de esto es el viejo chiste del pato criollo: a cada paso una cagada.
Pese a ese aire carpero de la entrevista, Beltrones pudo decir algunas cosas que revelan lo que está pensando frente a los comicios del próximo año.
Mientras sus focas aplaudidoras aseguran que “Manlio” -así le dicen en sus columnas, como si fueran amigos entrañables- va por el carro completo, este le dijo a Marín que su partido aspira a conservar “mínimamente” las nueve gubernaturas que estando en manos de los priistas se jugarán en 2016.
No dijo doce.
Dijo nueve.
Mínimamente.
No dijo, como juran los aplaudidores, que barrerá con todos.
No podía ser de otra manera.
Beltrones es un político cocinado a fuego lento: en los hornos de leña de la vieja clase en el poder.
Otra vez metido en los tiempos de la Presidencia Imperial, sabe hasta dónde puede llegar, Asegurar desde hoy que ganará el carro completo sería tanto como fijarse una condena de muerte.
Y es que de no cumplirse la expectativa planteada les daría armas a sus críticos al interior del gobierno federal para crucificarlo sin compasión.
Por eso, faltaba más, de entrada se compromete a ganar en los nueve estados gobernados por el PRI.
Y en esos nueve no está Puebla, por cierto.
En la prensa local hubo plumas que pusieron en su boca que ganaría Puebla.
Si lo dijo algo pasó que ahora ya no lo dijo, sobre todo teniendo frente a sí a un poblano -el propio Marín- que se la pasa presumiendo su oriundez.
Pudo haberle dicho, por ejemplo: “Por cierto, Carlos, desde hoy te digo que vamos a ganar en tu tierra”.
Pudo.
No quiso.
No lo dijo.
Más adelante alimentó el escepticismo al asegurar que el PRI no es una agencia electoral que sólo se debe dedicar a ganar elecciones.
Tal cual.
Y dijo más: que la labor de un partido como el suyo era sensibilizar a la gente, a los electores, sobre las bondades de las diversas reformas aprobadas en los últimos años.
Eso, juró, harán en las campañas de 2016.
Leyó bien el hipócrita lector: en el año más complicado de muchos debido a la gravosa crisis económica que se avecina con la caída del peso y del precio de la mezcla mexicana del petróleo, sumada a la inflación y a la austeridad galopantes, el PRI y sus candidatos se dedicarán a decirle a los alicaídos ciudadanos que las reformas están salvando a México.
Parece un chiste cruel.
En medio de la debacle, un testigo de Jehová habla de la salvación.
Les lloverán piedras y mentadas a los candidatos.
Lo de que el PRI no es una agencia electoral es un chiste que se cuenta solo.
Desde que lo recordamos, el partidazo es una agencia electoral.
¿Desde cuándo cambió su vocación? Y más: sin sana distancia tendría que ser una agencia electoral metida en el bulbo raquídeo de Los Pinos Suena, faltaba menos, a justificación no pedida.
Beltrones siguió siendo interrumpido por Carlos Marín -¡esos Marín!-, pero, como pudo, dijo algo francamente perturbador.
Vea otra vez el hipócrita lector: “Hay amenazas de que en la ruta de las elecciones de 2016 hay quienes quieren echar abajo las reformas”.
Era el momento ideal para que el ex reportero Marín le pidiera que abundara en su dicho, que diera nombres, que qué sabía él que los mexicanos no.
Pero, ufff, dejó pasar la oportunidad y le cambió el tema.
¿Quiénes quieren echar abajo las reformas aprovechando que habrá elecciones el año próximo? ¿Quién tiene los votos necesarios en las cámaras -alta y baja- para hacerlo? Son preguntas que merecen puntuales respuestas.
Termino: este Manlio Fabio Beltrones presentado por el campeón del periodismo blanco es un personaje que dejó más dudas que certezas.
Demasiadas dudas.


