Ricardo Morales
Una vez resuelto el dilema de la sucesión gubernamental, la cual se decantó a favor del alcalde de Puebla, Antonio Gali, quien será el encargado de ir al campo de batalla por el morenovallismo, la gran interrogante es: “¿Quién va a sustituir a Gali al frente de la presidencia municipal?”.
Esa pregunta cobra vital importancia si se toma en cuenta que el sustituto de Gali podrá estar al frente de la alcaldía casi un trienio -alrededor de 2 años y 8 meses-, lo cual hace más que apetecible el escenario.
Hoy, en esta columna, estoy en condiciones de comentarle que a los nombres de Luis Banck Serrato, Patricia Leal Islas y David Villanueva Lomelí debe usted agregar un nuevo nombre, tal vez el del “caballo negro” de esta sucesión, en el cual muy pocos o casi nadie se había fijado: se trata del senador de la República Javier Lozano Alarcón, cuyo perfil se comenzó a manejar los días previos a la salida de vacaciones del gobernador.
“¿Por qué Lozano?”, se podrán preguntar algunos y la respuesta es obvia: el senador ha resultado ser un excelente enlace entre la administración estatal, representada por el gobernador Moreno Valle, y el alcalde Antonio Gali Fayad.
Javier ha resultado una pieza fundamental para el morenovallismo, ha servido de manera leal al gobernador desde que ambos sellaran una especie de pacto hace tiempo; incluso, cuando en algún momento lucharon en trincheras diferentes: Lozano apoyando a Ernesto Cordero para la presidencia nacional del PAN y el gobernador de Puebla operando para el actual dirigente Gustavo Madero.
El legislador es un personaje de “grandes ligas”; su currículum vitae es impresionante. Entre otras cosas, ha sido director de Normatividad y Desarrollo Administrativo de la Secretaría de Hacienda, en la administración de Carlos Salinas de Gortari; contralor general de Petróleos Mexicanos, y posteriormente subsecretario de Comunicaciones y Transportes y oficial mayor de dicha dependencia, bajo las órdenes de Carlos Ruiz Sacristán; subsecretario de Comunicación Social de la Secretaría de Gobernación, con Diódoro Carrasco, y presidente de la Comisión Federal de Telecomunicaciones; todo esto en el sexenio de Ernesto Zedillo Ponce de León.
En el año 2000 fue vocero de la campaña de Francisco Labastida Ochoa, entonces candidato del PRI a la Presidencia de la República, y candidato a diputado federal por el distrito 11 -con cabecera en Puebla-, donde perdió contra Miguel Ángel Mantilla; en 2005 Lozano renunció al PRI y se afilió al Partido Acción Nacional.
En 2006 fue designado secretario del Trabajo y Previsión Social en el gabinete de Felipe Calderón Hinojosa, puesto al que renunció en 2011 para irse como candidato del PAN al Senado de la República.
Javier es un hombre con experiencia y quien -sin lugar a dudas- ha madurado de una forma impresionante, siendo hoy uno de los políticos panistas con las mejores tablas para debatir y generar polémica, incluso al interior de su propio instituto político, en el cual ha tenido celebres encontronazos.
Las miradas de Casa Puebla y del “Charlie Hall” han vuelto la vista hacia Lozano por la lealtad demostrada y, sobre todo, la experiencia. Javier sería un hombre que jamás le daría la espalda al gobernador, pero tampoco movería un solo dedo para dañar a Gali y a sus cercanos, aun en un escenario adverso.
En un escenario de polarización, como el que se vivió previo a la designación de Gali como candidato del morenovallismo a la gubernatura, en donde los grupos internos se confrontaron, la figura del senador Lozano refresca el escenario y es una muestra de neutralidad para los dos bandos en pugna.
Todos los nombres que se han puesto sobre la mesa, de una u otra forma cuentan con lo suyo para poderse quedar con la alcaldía tras la salida de Tony, pero -de una u otra forma- todos tienen un “pero” o alguna otra encomienda que no les permite moverse con libertad. Lozano es un punto neutro y una excelente opción.
El nombre del senador de la República ya fue puesto sobre la mesa de los diferentes actores días antes de que el gobernador partiera a sus vacaciones; ahora solo falta ver si el legislador acepta y, si no me cree, ¡pregúntele al propio Lozano!