Hay lugares que no solo se visitan: se sienten. Lugares donde el tiempo parece detenerse para escuchar, para mirar, para acompañar. Uno de esos sitios es El Taller A. C., que hoy celebra 18 años de existencia, 18 años de tocar vidas, 18 años de recordarnos que la comunidad se construye con manos, con miradas y con pequeños actos que, al juntarse, cambian destinos enteros. No es solo una organización civil: es un espacio donde la cultura, la educación y la participación social han encontrado un punto de encuentro capaz de mover conciencias y abrir caminos.
En un mundo que muchas veces corre sin sentido, El Taller A. C. eligió desde el inicio un camino distinto: el del encuentro. Porque allí, entre colores, cuadernos, mesas de trabajo y voces que se multiplican, han nacido historias que no aparecen en ningún periódico, pero que sostienen a Puebla de maneras profundas y silenciosas.
Son historias de niñas y niños que encontraron en el arte un refugio, de jóvenes que descubrieron que su palabra importa, de mujeres que volvieron a confiar en su fuerza, de comunidades que reconocieron su valor colectivo. Cada día, durante casi dos décadas, El Taller A. C. ha puesto una semilla. Y esas semillas hoy caminan, estudian, crean, lideran, sueñan.
Cumplir 18 años no es solo un número: es alcanzar la mayoría de edad en un espacio que ha crecido junto con quienes lo han habitado. Es mirar hacia atrás y ver que lo construido no se mide en metros cuadrados, sino en abrazos, en risas, en lágrimas acompañadas, en proyectos que empiezan con timidez y terminan transformando barrios enteros.
En Puebla, donde tantas realidades conviven y chocan, El Taller A. C. ha sido un recordatorio constante de que el arte y la educación no son lujos, sino puentes. Puentes que unen generaciones, que revelan talentos ocultos, que curan heridas que no siempre se ven, que nos devuelven esperanza cuando la ciudad se siente demasiado grande o demasiado dura.
En tiempos en los que el tejido social parece desgarrarse con facilidad, espacios como este cobran un valor incalculable. Su apuesta ha sido clara: educar desde la acción, provocar pensamiento crítico y ofrecer oportunidades para que niñas, niños y jóvenes descubran su voz y su propio poder transformador. La cultura aquí no es un accesorio; es una herramienta central para comprender el mundo, cuestionarlo y reinventarlo.
Hoy, cuando celebran 18 años, no solo festejan su trayectoria: celebran a todas las personas que han cruzado su puerta y han dejado una huella. A quienes encontraron allí un hogar temporal, un impulso, una guía o simplemente un lugar donde ser.
Los proyectos que han impulsado –desde talleres artísticos hasta procesos comunitarios en barrios y juntas auxiliares– hablan de un trabajo sostenido y profundamente humano. No se trata de números o estadísticas; se trata de las historias que quedan: la niña que descubrió que podía escribir poesía, el joven que aprendió a organizarse para defender su comunidad, la mujer que recuperó su confianza a través del arte.
Platiqué con Gabriela Cortés y Mónica Ponce, líderes de este proyecto en el marco de su aniversario, donde reflexionan sobre las actividades que a través del teatro y el arte las han llevado a tener un liderazgo no solo en Puebla sino a nivel nacional por su congruencia con lo que dicen piensan y hacen.
“El 2025 estuvo marcado por el avance de discursos antiderechos y la reducción global de recursos para las organizaciones civiles, lo que limitó algunos procesos de fortalecimiento institucional y programas educativos. Sin embargo, este reto nos permitió detenernos, reflexionar y decidir qué queremos transformar. Reafirmamos nuestras alianzas y fortalecimos el acompañamiento a familias buscadoras y a mujeres que exigen justicia. Cerramos el año en movimiento, apostando por el arte, la cultura, la cura colectiva y la creación de redes y espacios que sostienen la lucha por el bienestar y la dignidad”, apuntó Gabi.
Por su parte, Mónica mencionó que es como lo dice su misión: garantizar el pleno ejercicio de los derechos de las niñeces, juventudes y mujeres con identidades diversas, generando y organizando movimientos transformadores, a través de la apropiación de nuestro cuerpo y de los espacios habitables por medio de incidencias políticas, artísticas, culturales, formativas y pedagógicas desde el activismo, la lucha de las mujeres y los feminismos. Denuncia y subversión de la misoginia, violencia patriarcal, adultocentrista y heteronormada.
El Taller A. C. cumple 18 años, sí, pero también los cumple Puebla: una Puebla más consciente, más dialogante y más abierta a reconocer el valor de la cultura como motor de transformación. Que vengan más años, más proyectos y más vidas tocadas por este espacio que, sin estridencias, ha sabido construir futuro.
Una felicitación a las Nahualas por su trabajo a Gabriela Cortés y Mónica Ponce, Ana Laura Cerratos, Minerva Rodríguez, Vane y Gogo Ortiz.
Que esta mayoría de edad llegue con viento a favor, con nuevos sueños por bordar y con la certeza de que Puebla es un lugar más luminoso gracias a su trabajo. Porque si algo ha demostrado El Taller A. C. es que la transformación comienza cuando alguien cree en ti, y ese ha sido siempre su acto más revolucionario.
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