Aunque esa, esa es otra larga historia…
Aunque hoy prácticamente todas las encuestas –tanto las públicas como las privadas– marcan una tendencia muy favorable a Morena para los próximos comicios intermedios, lo cierto es que si el partido oficial llega dividido a ese proceso electoral, las posibilidades de triunfo ya no serán tan cómodas y el riesgo de derrotas aumentará de forma notable.
Para el trascendental 2027, cuando en Puebla se renovarán las 217 alcaldías –principalmente la capital– y el Congreso del estado –además de las 15 diputaciones federales–, el peor enemigo de Morena no será sino Morena: la serpiente devorándose la cola.
Si sus tribus, al estilo de lo que llegó a ser el extinto PRD, chocan, se enfrentan y entran a una disputa a navajazo limpio por las candidaturas, no solo perderán muchos de los espacios de poder que hoy tienen, sino que en automático se complicarán las cosas de cara al 2030, cuando los ciudadanos irán a las urnas para elegir un nuevo gobernador o una gobernadora.
Y en el camino habrán causado la resurrección de una oposición (PAN-PRI-MC-PSI, etcétera) que hoy sencillamente no existe –ni como anécdota– en el mapa político estatal.
Eso, todo eso, tal vez haya sido la razón que motivó LA REUNIÓN –así con mayúsculas– que el pasado viernes sostuvieron los connotados integrantes de dos distintos grupos morenistas.
Por un lado, los armentistas: el gobernador Alejandro Armenta Mier, acompañado del jefe de Gabinete, José Luis García Parra.
Por el otro, los salomonistas: el exgobernador y comisionado de Migración, Sergio Salomón Céspedes Peregrina, acompañado del alcalde José Chedraui Budib y el exsecretario de Bienestar y nuevo delegado en el estado de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT), Javier Aquino Limón.
Un cónclave que se ha prestado a todo tipo de interpretaciones –unas más descabelladas que otras–, pero que en esencia refleja la necesidad de ambos grupos de mandar un mensaje de unidad interna, aunque tengan intereses divergentes, y de fijar reglas mínimas de convivencia rumbo a 2027.
Para nadie es un secreto, al menos en el denominado “círculo rojo”, que para las candidaturas, quien “lleva mano” no es sino el primer morenista del estado: Alejandro Armenta.
No solo estará en juego el Poder Legislativo local que se encargará en su momento de la aprobación de sus cuentas públicas; también será, para él, una especie de referéndum, en el que la sociedad juzgará –ya con pleno conocimiento de causa– a su administración, tanto en lo bueno como en lo malo, y será aprobado o reprobado mediante el instrumento del voto.
Entre sus facultades metaconstitucionales, está la de determinar a los candidatos y a las candidatas de las principales posiciones en disputa. No es –ni será– el primer gobernador que ejerza de “Gran Elector”, inclinando la balanza a favor de quienes le son cercanos y leales, y son competitivos.
Sin embargo, como líder, también debe procurar los equilibrios y repartir –a quien lo merezca– rebanadas del gran pastel del poder. Es decir, no puede quedarse con todas las candidaturas, pues eso causará división y encono, un cóctel de resentimientos sumamente peligroso para Morena –lo hizo Mario Marín Torres, por ejemplo, en su momento y no le fue nada bien.
Aunque actualmente las tendencias son a favor de la 4T, lo que debe imperar es el modelo 2024, cuando Alejandro Armenta ganó la candidatura a la gubernatura, pero él, inteligentemente, cedió posiciones importantes a otros grupos, como fue el caso de la alcaldía de Puebla, donde la negociación con Sergio Salomón Céspedes impulsó la candidatura del hoy alcalde José Chedraui.
Se aplicó la regla número uno de toda “Operación Cicatriz” que se respete: la regla de las compensaciones.
Y todo Morena, salvo alguna excepción –la de Ignacio Mier Velazco–, llegó unido y fortalecido a la cita electoral, ganando prácticamente todo.
Hoy realmente no se sabe cómo Morena resolverá –o más bien: gestionará– tantos intereses en juego rumbo a 2027.
Es evidente que para la Presidencia Municipal de Puebla, una de las posiciones más codiciadas –por obvias razones–, ya hay corredores corriendo lo que no es sino una maratón.
El gobernador parece tener dos cartas sobre la mesa: por un lado, José Luis García Parra; por el otro, la exdirigente del Congreso y nueva secretaria de Bienestar, Laura Artemisa García Parra –ausente en la reunión del viernes–. Podrían surgir más cartas en el transcurso de los meses, pero ello dependerá de muchos factores.
Por su lado, como parte del juego 2030, el exgobernador Sergio Salomón Céspedes estaría pujando por la reelección de José Chedraui.
¿Quién será el candidato o la candidata?
Evidentemente, quien garantice el triunfo, quien logre sumar a más aliados, quien cometa menos errores y quien dé garantías de unidad.
Una unidad que seguramente motivó LA REUNIÓN entre los citados Armenta, Céspedes, García Parra, Chedraui y Aquino.
Una reunión enmarcada –y no es ninguna casualidad– por piezas de ajedrez gigantes, bajo la atenta mirada, desde una fotografía colgada en la pared, de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, otro de los factores, si no es que el principal factor, rumbo a la elección de 2027.





