Mario Alberto Mejía / La Quintacolumna
El cumpleaños de la diputada federal Ana Isabel Allende, dirigente estatal del PRI, reunió a casi todo el priismo local.
No estuvo Mario Marín Torres, pues se fue a celebrar a Tehuitzingo sus sesentaiún años de edad.
(Este domingo los cumplió y los volvió a celebrar con algunos de los marinistas más conspicuos).
Tampoco estuvieron don Melquiades Morales Flores, Blanca Alcalá Ruiz (se encuentra en Cuba en una reunión de trabajo), Ricardo Urzúa (presente en el estado de Sonora), Lucero Saldaña (de viaje por España), Luis Antonio Godina, Jesús Morales Flores y Enrique Doger Guerrero.
La fiesta fue en el restaurante Palmira, de Alfredo Rivera, y hasta ahí llegaron algunos de los priistas de mayor peso.
Juntos, a bordo de la Suburban de Juan Carlos Lastiri, llegaron Alejandro Armenta Mier, Juan Manuel Vega Rayet y el propio subsecretario de la SEDESO federal.
Fueron los más saludados.
Armenta, faltaba más, se dejó querer y abrazar por los priistas que hicieron fila para participar en el ritual de las adhesiones.
Feliz, pleno, con una sonrisa permanente, el diputado federal electo tardó media hora en llegar a su lugar.
Todos querían verlo y sacar una cita para desayunar, comer, cenar o para tomar un cafecito uno de estos días.
Víctor Manuel Giorgana quiso hacer lo mismo, pero le faltó quórum.
Entonces se refugió en sus conocidos rounds de sombra.
A quienes lo quisieron escuchar ―pocos entre los presentes―, les dijo que va con todo por la minigubernatura.
Ya se sabe qué es ir con todo para Giorgana: ir de lo más a lo menos.
En otras palabras: la presidencia municipal de Puebla en 2018.
Ante el avasallamiento de Lastiri, Vega y Armenta, Giorgana se dedicó a platicar y bromear ―con muy escasa fortuna― con la diputada local Geraldine González, vestida de rojo entero.
Los chistes de Giorgana no cayeron muy bien en cierta parte de la fiesta.
Su destino está echado: es como un Polo-Polo en decadencia.
Tendrá que buscar otras carpas para lo que viene.
Apareció, también, Germán Sierra Sánchez, delegado de Conagua, metido en una dieta singular: ha perdido casi veinte kilos en unos cuantos meses.
Él se siente bien, sobre todo porque entre menos kilos menos le aqueja un mal menor metido en la columna.
Don Guillermo Pacheco Pulido partió plaza y resultó ser uno de los más y mejor saludados.
Una larga fila se formó para rendirle tributo a uno de los patriarcas priistas, dueño, por cierto, de una frase muy feliz: “Nada puede la ciencia ante la nalga bruta”.
Adolfo Karam compartía y atendía como buen anfitrión, mientras Ana Isabel no paraba de recibir abrazos y regalos.
El ambiente, festivo, nunca decayó, y en todos los sitios de la fiesta sólo se habló de política.
De política y del 2016.
De política y del 2018.
De la salud del presidente Peña Nieto.
De las pasadas elecciones.
De la mediana calidad de la comida.
De lo que viene en la nueva legislatura federal.
De las figuras que caminarán por las alfombras de San Lázaro.
Una de las invitadas que también partió cancha fue la diputada federal electa Xitlalic Ceja, gran amiga de la hermana del presidente Peña Nieto: la misma que pujó con todo para hacerla candidata, primero, y diputada después.
No la pierda de vista, pues tendrá alguna comisión importante en la legislatura que arranca el primero de septiembre.
Junto a ella todo el tiempo estuvo Grace Palomares: su colega, su amiga.
Casi al final alguien preguntó cerca del valet parking:
― No vi a Enrique Doger. ¿Qué se habrá hecho?
― Seguramente fue a la comida de Marín en Tehuitzingo.




