Mario Alberto Mejía / La Quintacolumna
José Ramón López Rubí es una de las voces más originales nacidas en Puebla.
A diferencia de los seudoacadémicos surgidos en los últimos años, José Ramón sí lee con fruición, sí escribe con extraordinaria prosa y sí pasa del cubículo universitario a la página en blanco, a la que comúnmente vence con los argumentos más inteligentes.
Actualmente se le halla en el CIDE o en las revistas Replicante y Este País, donde hace análisis lúcidos y polémicos.
De José Ramón es imposible hablar sin los adjetivos calificativos que le he endosado y sin la admiración presente en estas líneas.
La semana pasada recibí un correo singular a propósito de algunas columnas que publiqué a propósito de dos artículos de Macario Schettino y Roger Bartra.
El autor de dicho correo es José Ramón, a quien le pedí el correspondiente permiso para compartirlo con el hipócrita lector:
“Qué bueno que hiciste esas dos columnas citando a Macario y al Bartra correcto —el intelectualmente correcto, el otro es Armando, el ‘políticamente correcto’.
Esos periodistas aldeanos, a quienes no he leído pero puedo imaginar quiénes son, están tan equivocados como antes.
Ayer, además de hacer predicciones muy chistosas, ‘veían’ que después del 2000 y antes del 2010 el PRI en Puebla tenía menos de lo mucho (demasiado: enclave del ‘antiguo régimen’) que tenía, y hoy ‘ven’ que su partido fáctico tiene más de lo que realmente tiene. Como si Puebla de veras hubiera estado alineada a la transición nacional; y como si una supuesta democracia local anterior hubiera quedado cancelada con Moreno Valle en el gobierno y hoy el PRI poblano estuviera abriendo con su brega electoral una alternativa de democrática transición!. O sea, los ‘analistas’ Jekyll y los periodistas Hyde… Y, para variar, no vieron que ese cambio histórico —de trayectoria histórica— es en gran parte culpa del ‘precioso’: después de unos cuantos meses, empezando a oscilar entre la porquería y la nada, maximizó políticamente el enclave hasta alcanzar límites (el caso Cacho) y romper la cuerda. Marín creó con sus excesos lo que no era posible hasta entonces: la ruptura y la fuga relevantes de un actor priista relevante. Creó las condiciones de oportunidad y éxito para lo que hizo Moreno Valle, y que Moreno Valle supo hacer. Así que el mérito del cambio político-electoral que ha vivido Puebla —que tampoco saben interpretar y dimensionar, ni criticar— es tanto ‘precioso’ como ‘rafaelista’. “Sin Marín gobernador, el PRI seguiría siendo en Puebla lo que siempre fue, o casi. Es cuando menos lo más probable. ‘Don Mario’ es, por tanto, el principal culpable de la caída y las tristezas poblanas del PRI. El destructor de su sistema con las propias manos del sistema. El enemigo íntimo que parece que no ven.”


