Este 13 de Octubre, en el Día de los Pueblos Indígenas, urge recordar que los millones de mexicanos que vivimos en Estados Unidos llevamos una herencia ancestral mucho más profunda de lo que las políticas migratorias racistas de Donald Trump querrían reconocer.
Para disolver nuestra identidad, la narrativa oficial nos llama “hispanos”, cuando esta palabra no es nada más alejado de la realidad, pues en el fondo somos herederos de diversidad étnica, culturas y civilizaciones que ya existían aun antes del norteamericano típico, y que hoy demonizan y construyen muros para excluir.
Empecemos por los números: México no es solo mestizaje superficial. Aunque, según datos del Inegi, 39.2 millones de personas en México se autoidentificaron como indígenas en 2023 –lo que representa el 30.1% de la población del país– la genética y la historia cuentan otra historia: estudios muestran que en pruebas mitocondriales entre mexicanos y mexicoamericanos, el 85-90 % de las líneas maternas tiene origen indígena.
En particular, una investigación genética reciente publicada en la revista Science halló que hasta 66% del ADN de una muestra mexicana promedio corresponde a herencia indígena.
En la práctica, eso significa que muchos nacimos con esa resiliencia ancestral en la sangre.
¿Y cuántas culturas indígenas sobreviven o tienen presencia en Estados Unidos? Se reconocen más de 60 pueblos indígenas mexicanos con sus lenguas y tradiciones, y cientos de comunidades que migran cruzando fronteras para conservar sus raíces.
En estados como California, se calcula que 200 mil mexicanos descienden de esos pueblos indígenas. Y no se ha considerado siquiera cuántas comunidades indígenas mesoamericanas aún tienen miembros repartidos por ciudades de Estados Unidos.
Mientras tanto, la política de Donald Trump –con su retórica xenófoba, sus redadas y su obsesión por limpiar “lo extranjero”– actúa como una máquina de borrado: ignora nuestra vinculación con tierras anteriores al imperio yanqui, desestima nuestra pluralidad cultural y busca confinarnos en estereotipos ajenos. ¿Que un niño indígena nacido en México y educado en Estados Unidos hable su lengua ancestral? Eso no existe, según Trump –eso es “ilegal”.
Pero aquí estamos: somos 37.2 millones de personas de origen mexicano que vivimos en Estados Unidos, lo que representa más del 60% de la población “hispana”, según datos del Pew Research Center.
Muchos de nosotros –inmigrantes, naturalizados o nacidos aquí– llevamos esa herencia indígena aunque no siempre podamos hablarla o vivirla al 100 por ciento.
Y cuando ese legado emerge –en una canción, en una receta, en una palabra–, Trump y su maquinaria racista se revuelven. Intentan que seamos “hispanos”, “latinos”, “mexicanos”, pero nunca auténticos dueños de nuestras raíces. Pretenden que olvidemos nuestra memoria prehispánica, nuestra herencia originaria, que olvidemos que ya estábamos aquí antes que ellos, como si iniciáramos con la colonización o con la migraña de Trump.
Pero la memoria no desaparece, aunque la ignoren los jueces, los legisladores y los funcionarios que construyen muros. Este Día de los Pueblos Indígenas, hay que reconocer que los pueblos originarios no solo son historia. Estamos hoy, presentes en cada esquina de Nueva York, Chicago, Los Ángeles. Resistimos bajo el hostigamiento de un gobierno que teme que reconozcamos que somos más que migrantes: somos herederos. Y mientras Trump habla de muros, nosotros hablamos en lenguas que nacieron mucho antes del inglés, del español impuesto o del himno de la nación del “sueño americano”.
El reconocimiento no es concesión, es justicia histórica. Y esa es una pelea que no aceptamos perder.
Desde la Gran Manzana
Fuerte y alto, ondearon las banderas mexicanas en la Quinta Avenida de Manhattan este fin de semana con motivo del desfile del Día de los Pueblos Indígenas. A pesar de las lluvias y el frío, cientos de paisanos acudieron a la cita, donde uno de los contingentes más nutridos rindió homenaje a América Yamilet Sánchez y el marino Jair Maldonado Marcos, los dos jóvenes marinos caídos en el choque del buque Cuauhtémoc contra el puente de Brooklyn en mayo pasado…
Donde el acoso a migrantes está escalando de una manera alarmante es en Chicago. Con el despliegue de agentes federales, se han dado encontronazos cada vez más violentos entre ciudadanos y migrantes y personal de inmigración. Los agentes federales ya acosan comunidades con mayoría mexicana con gases lacrimógenos y en el caso más extremo, un migrante identificado como Silverio Villegas González fue herido de muerte por un agente que le disparó en el cuello cuando intentó eludir un punto de control…