Mario Alberto Mejía / La Quintacolumna
Los priistas poblanos están contentos.
Muy contentos.
Creen que le ganaron por primera vez al gobernador Moreno Valle y eso los pone de lo más eufóricos.
(Están tan contentos que ahora celebran con champaña en lugar de su tradicional cerveza mexicana).
Olvidan algunas cosas:
Cuando en la campaña más reciente a alguien se le ocurrió pintar unas bardas en contra del presidente Peña Nieto en el Distrito 7, con cabecera en Tepeaca, el gobernador mandó despintarlas de inmediato.
Dura, severa la voz: “nada contra el presidente Peña”.
Más tardaron en pintarse las bardas que en despintarse.
A lo largo de la campaña no volvió a saberse de una sola pinta en contra del habitante de Los Pinos.
Tampoco en los discursos aparecía señalamiento alguno en contra del gobierno federal.
Cuando Martha Érika Alonso de Moreno Valle osó tocar al presidente con el pétalo de una indirecta, los marinistas-peñistas se indignaron y se rasgaron las medias y los ligueros.
Nunca más a lo largo de la campaña surgió la menor indirecta en contra del presidente.
La campaña, pues, terminó sin ataque alguno.
La menor insinuación no tuvo cabida en los discursos y la publicidad del PAN poblano.
Nada que tocara a Peña Nieto ni al gobierno federal.
En otras palabras: los electores llegaron al día de los comicios sin haber visto o escuchado una sola crítica a quien debió haber sido el blanco de todos los ataques.
Y es que hasta los manuales básicos de propaganda electoral recetan que no hay nada más eficaz que la polarización en las campañas.
Eso, reza el manual, le abre los ojos al elector común y corriente y lo lleva a votar en contra del partido en el poder.
Temas había muchos.
Sobraban.
Temas exquisitos para cualquier campaña: la “Casa Blanca” de Las Lomas, la casa de Malinalco, Ayotzinapa, Tlatlaya, Apatzingán, la paralización de la economía, el fracaso de las reformas, ufff.
Mil cosas para polarizar y llevar al elector de a pie a votar en contra del fracaso gubernamental.
Lejos de caer en esta cantaleta, nuestro personaje optó por evitar el menor señalamiento.
Pudo haberlo hecho.
No quiso.
Y claro que sabía el costo que esta medida implicaría.
Vaya que lo sabía.
Con todo esto siguió en la ruta que empezar el partido con un 4-0 en contra.
Y más:
Puso a sus mejores operadores a jugar también en otras canchas nacionales.
Es decir: no los concentró en el estado.
Él mismo se ausentó notablemente.
Por eso es de llamar la atención la actitud de los priistas poblanos.
Creen que le ganaron a Moreno Valle.
Y celebran con champaña en lugar de cerveza.
Creen, sí, que le ganaron al mismísimo Jesse James, el pistolero mítico del viejo oeste.
Olvidan algo: ganarle a Jesse James no los vuelve Jesse James.




