Dicen los que saben que, por fin, los diputados poblanos le pusieron fecha al SOAPAP y al consorcio Agua de Puebla para Todos, para que, ahora sí, acudan al Poder Legislativo cada cuatro meses a rendir cuentas.
La jugada, impulsada por las diputadas Laura Artemisa García Chávez y Delfina Pozos Vergara, suena prometedora: informes periódicos sobre cómo operan, cómo atienden contingencias naturales y –¡agárrese!– cómo planean mejorar un servicio que, para muchos poblanos, existe más en el papel que en la llave de la cocina.
Sobre el escritorio se oye bien: rendición de cuentas, transparencia y la ilusión de que, al fin, se pondrá orden en el torrente de quejas ciudadanas.
Pero la duda es legítima: ¿alguien cree que SOAPAP y Agua de Puebla llegarán con las manos en alto y los recibos bajo control?
La memoria colectiva no miente. Lo que ha corrido en los últimos años no es agua clara, sino un río crecido de reclamos: cobros inflados, cortes injustificados y colonias enteras que esperan el servicio como si fuera visita de tía lejana: “dice que viene, pero nunca llega”.
La pregunta es inevitable: ¿serán estas comparecencias ejercicios de auténtica transparencia, o simples presentaciones de PowerPoint, repletas de gráficas coloridas y tecnicismos mareadores?
Porque si todo queda en escuchar discursos adornados con sonrisas nerviosas, este ejercicio terminará siendo lo que muchos ya anticipan: un llamado a misa. Y todos sabemos cómo acaba: uno escucha, asiente, y, al salir, todo sigue igual.
La diferencia la marcarán los diputados: o exigen resultados palpables o se convierten en espectadores de un sermón reciclado. Mientras tanto, en las casas poblanas, la pregunta sigue fluyendo: ¿vendrá agua de la llave… o puro cuento de siempre?
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