Alfonso González
Bien hizo el rector de la BUAP, Alfonso Esparza Ortiz, en evitar que la guerra sucia que se libra en el proceso electoral federal 2015, con el que se tendrá que renovar la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, manchara y alterara la tranquilidad y estabilidad que priva en la institución.
La decisión de cerrarle las puertas a los partidos y a sus candidatos parecería una arbitrariedad al pensamiento de una institución del tamaño de la BUAP, pero por las circunstancias político-electorales que se viven en Puebla y en el país sin duda fue la mejor decisión.
Y es que el nivel de violencia y de agresividad de las actuales campañas rebasa la tolerancia, la razón y en cualquier momento podrían desbordarse.
Las campañas que enfrentan los distintos partidos políticos, hay que decirlo, son de las más agresivas de la historia y atraviesan por una etapa muy peligrosa, la cual podría derivar, si así lo disponen el PRI y el PAN, los partidos mandones, en un saldo negativo.
Las universidades, por supuesto, son espacios públicos de pensamiento, análisis y estudio que permiten sin problema los debates y la exposición de ideas; sin embargo, el nivel de confrontación y descalificación en las campañas de hoy es demasiado.
Es imposible evitar que la BUAP, su plataforma y sus distintos foros no pudieran contaminarse con la asistencia de los candidatos, con su fuego cruzado y con la suciedad que brota en estos procesos por la disputa de los partidos y sus abanderados.
Esto provocaría momentos difíciles en cualquier institución con una comunidad igual o más grande que la que posee la máxima casa de estudios del estado, donde conviven y convergen distintas formas y corrientes de pensamiento.
¿Cómo evitar que los candidatos no arenguen y provoquen a los estudiantes a un determinado fin?
Se antoja una tarea muy difícil que es preferible evitar.
La autonomía de la que goza la BUAP como una institución superior pública le permite decidir entre su estabilidad, paz y tranquilidad y entre un debate que podría generar un momento muy difícil para la estabilidad de la institución.
Después de haber presenciado sucesos como el ocurrido en la UDLA -en la campaña del 2013- cuando un par de estudiantes irrumpieron la disertación del hoy presidente municipal de Puebla, entonces candidato de la coalición encabezada por el PAN, Tony Gali, las universidades y sus rectores cuidan y preservan sus espacios, así como el sosiego de sus comunidades con mayor recelo.
A nadie le gustaría que lleguen a gritar y a armar una bronca en su casa, mucho menos en medio de una multitud.
En la UDLA pudo haberse generado, aquella ocasión, un problema mayor con hechos de violencia.
El caso es que a estas alturas del proceso electoral y el oscuro nivel de competencia de cara a los comicios de junio 7, es imposible garantizar que no habrá actos violentos provocados por los partidos y sus disputas.
A estas alturas es muy peligroso, incluso, para los propios candidatos, la organización de los debates en las instituciones de educación superior, porque algunas ya toman partido en el proceso electoral federal.
En Puebla, por ejemplo, el panismo sigue enquistado en la UPAEP, que al parecer ha sido la única institución en haber organizado un debate, por cierto un tanto desangelado por la negativa de algunos candidatos para asistir, precisamente por su línea política.
En tanto, la Universidad Iberoamericana, plantel Puebla, mantiene el ataque al gobierno del estado, y por ende contra todo lo que se le relacione, en este caso los candidatos del PAN, lo que no permite ni la organización ni la realización de una exposición o debate por parte de todos los candidatos.
La UDLA, por otra parte, ya tuvo la amarga experiencia en comicios pasados, así que al parecer prefiere centrarse en tratar de contener sus grillas internas provocadas por la bronca y disputas a causa del manejo de la Fundación Mary Street Jenkins.
Otras universidades privadas han optado por asumir la misma postura que la BUAP y no meterse al callejón de los trancazos para evitar inmiscuirse en las broncas políticas que están todos los días en las campañas.
Así que como dicen que “el que mete paz saca más” la mayoría de las universidades han preferido omitir los debates o las presentaciones de los candidatos a diputados federales.
Y a propósito de la BUAP, con la modificación de las cuotas de los distintos servicios escolares que ofrece la universidad -una reducción de casi el 60 por ciento-, aprobada por el Consejo Universitario, los únicos beneficiados son los estudiantes ya que habrá un mejor índice de eficiencia terminal.
Sobre todo, porque las cuotas que se pagaban por los diferentes conceptos de titulación pasarán de 4 mil 814 pesos a sólo mil 936 pesos, con lo que se podrá contrarrestar la deserción escolar.
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