Alejandro Armenta Mier cumplió sus primeros 200 días como gobernador de Puebla e hizo “un corte de caja” de lo que ha sido el desarrollo de su administración, su visión del servicio público y los logros alcanzados, junto con un breve diagnóstico de la crítica situación en que encontró a la entidad. En el marco de ese balance general, destacó dos aspectos: está disminuyendo la inseguridad y se está reduciendo la violencia de género.
Armenta reunió este lunes a directores, propietarios y columnistas de medios de comunicación en un salón de Casa Puebla, la que antes era la residencia oficial del gobernador en turno y que ahora es un centro de atención social. Ahí ofreció una larga exposición de su visión como experto en administración pública, de las metas que se ha planteado alcanzar en el mediano y el largo plazo, pero sobre todo desnudó algunos aspectos de su estilo personal de ejercer el poder.
Luego de una comida con una sopa de champiñones, mole poblano, agua de jamaica y mezcal mixteco, contó que fue difícil arrancar su gobierno, tras advertir que Puebla viene de una crisis severa, que no ha vivido otra entidad del país, que llevó a una desarticulación de las acciones de las tres esferas de gobierno: el federal, el estatal y los ayuntamientos.
Cuidadoso en sus palabras, indicó que Puebla está saliendo de un periodo de inestabilidad, producto de la muerte de los gobernadores Martha Erika Alonso Hidalgo y Luis Miguel Barbosa Huerta, y que su antecesor, el exmandatario Sergio Salomón Céspedes Peregrina, tuvo el reto de resolver un grave subejercicio presupuestal que lo llevó a tener que hacer proyectos de obra pública en un tiempo récord.
Al inicio de su intervención, usó un lenguaje muy solemne, como si fuera un catedrático universitario, estableció que todo en su gobierno se somete a la misma ruta: se planea, se evalúa, se aplican mecanismos de control y se da seguimiento. Lo que le llevó a decir que el principal problema de todos los gobiernos es que no se da continuidad a las políticas públicas y por eso no se alcanzan metas de largo plazo.
Explicó que en los primeros 100 días invirtió el tiempo para arrancar “la transición” de su administración, preparar el presupuesto anual e invirtió la ruta que ya se tenía trazada, que era presentar el Plan Estatal de Desarrollo del Estado antes que el Plan Nacional de Desarrollo. Evitó ese orden, para que el proyecto de Puebla se concatenara con los planteamientos del Gobierno de República y se evitara “la dispersión institucional”.
“Me pueden acusar con García Harfuch”
Luego de hacer una exposición con un estilo de doctor en Administración Pública, Armenta entró al terreno de los problemas del estado. Destacó que los últimos seis meses su gobierno se aplicó en una meta: fortalecer las condiciones de seguridad pública.
Sostuvo con vehemencia que actualmente los indicadores de seguridad pública de Puebla están en mejores niveles que los últimos cinco años.
Todos los índices delictivos han bajado, sostuvo, incluido que se tienen cifras récord de decomiso de combustible robado y una fuerte disminución del número de feminicidios, como consecuencia de que se descentralizó la atención de la Fiscalía General del Estado para combatir la violencia de género.
Luego, él mismo se sinceró: está bajando la delincuencia, pero lo que no se ha reducido es la percepción ciudadana de inseguridad.
En ese sentido, destacó que su gestión enfrenta el reto de informar bien los avances logrados. Y sentenció: “si un gobierno es inepto para comunicar, entonces no está gobernando”.
Uno de los problemas que se ha enfrentado –denunció– es que tanto la Fiscalía General del Estado y el Poder Judicial estaban “infiltrados” por la delincuencia, sin dar mayores detalles. Fue entonces cuando colocó un dato para intentar dar certeza de que se está combatiendo la inseguridad:
Explicó que el actual secretario de Seguridad Pública, Francisco Sánchez González, es un oficial de la Marina en activo, que fue “prestado” por la presidenta Claudia Sheinbaum y que, al final, es un personaje subordinado a las altas esferas del Gobierno federal.
En ese sentido sostuvo: que si él, como gobernador, actúa con omisión o complicidad con el crimen organizado, sabe que Francisco Sánchez González la va a denunciar ante la Marina o con el secretario de Seguridad Pública federal, Omar García Harfuch. Una situación que se aplica para todos los miembros de su gobierno y los presidentes municipales.
“Algunos presidentes municipales –abundó– andaban en malos pasos, ya no están”. Para después advertir: “faltan varios” alcaldes de ser revisados en su actuar frente al hampa y eso podría provocar su caída, pero es una labor que “está en manos de la Marina”.
Entre bromas y con una dosis de realidad, manifestó en medio de risas: “si me siento con el de Quecholac, me acusan con la presidenta”, en clara alusión a Antonio Valente Martínez Fuentes, “El Toñín”, quien lleva varios años bajo la sospecha de ser un líder del robo de combustible en la región del Triángulo Rojo.
“No hago fiesta de cumpleaños”
Dejando a un lado la solemnidad con que empezó su intervención, Armenta “desnudó” algunos aspectos de su estilo de gobernar.
Hace unos días llegó a los 56 años de vida y rebeló que no le gusta hacer fiesta de cumpleaños. No se va a celebrar su onomástico a lo largo del sexenio.
Recordó que él, siendo miembro de gobiernos estatales anteriores, los integrantes del gabinete sufrían por no saber cómo complacer con un regalo al mandatario en turno. A él le tocó vivir esa vergonzosa condición, que ahora no se reproducirá en su periodo de mandatario.
Otro tema que dejó en claro es que no está pensando en otro cargo público o en lo que va a pasar con él cuando deje el Gobierno del estado.
“No me distraigo”, dijo, en asuntos que no son de su gobierno. Y fue cuando dejó en claro: “para mí, esta era la grande, este era mi sueño”, ser gobernador de Puebla.
Por lo que se puede considerar que, por ahora, es un autodescarte de buscar ser candidato presidencial en 2030.
Admitió que es obsesivo y se confirmaron las historias que ya se cuentan de él, de que a altas horas de la noche o en las madrugadas, llama a los miembros de su gabinete a tratar los asuntos pendientes, lo temas que le roban las pocas horas de sueño que tiene a diario.