En medio de tanto ruido, de tanta polémica, de tal cúmulo de distractores, el proyecto del Cablebús de Puebla, que ha anunciado el gobierno de Alejandro Armenta Mier, se ha minimizado o –lo que es similar, pero no igual– infravalorado.
A pesar de su importancia, ha sido, incluso, motivo de duda o mofa por parte de los escépticos, quienes en automático cuestionan su viabilidad técnica, operativa y financiera, y se preguntan si alcanzará el resto del sexenio para por lo menos construir una línea.
Otros, como si fuese un torneo contra quienes ya murieron, hacen inútiles comparaciones con algunas de las megaobras que realizó en su tiempo el gobernador Rafael Moreno Valle Rosas (a pesar de sus aspectos negativos, el último gran modernizador de Puebla) –como el Teleférico, los CIS, las primeras líneas de la RUTA y la Estrella de Puebla– y, sin conocer los alcances del proyecto, ya auguran su fracaso.
La verdad, más allá de filias y fobias, es que el del Cablebús resultará a la postre uno de los legados en materia de movilidad e infraestructura urbana más importantes de Alejandro Armenta, quien, de hecho, esta misma semana informó que van tan avanzados, que las obras comenzarán este mismo 2025, no en 2026 como se presumía, y que durarán máximo tres años.
Es decir, en 2028 ya se estaría inaugurando y entrando en operaciones.
El proyecto del Cablebús de Puebla consiste básicamente en un sistema de transporte público aéreo que conectará diferentes zonas de la ciudad, priorizando la movilidad sustentable y la eficiencia.
Resolverá algunos de los principales problemas que sufren miles de poblanos y que hoy sencillamente no alcanza a solventar el deficiente sistema de transporte público, que arrastra carencias y deficiencias desde hace más de 30 años.
De acuerdo con el proyecto ejecutivo –que está listo–, el sistema contará con tecnología de punta similar a la utilizada en la Línea 3 del Cablebús de la Ciudad de México, considerada una de las mejores.
La citada Línea 3 del Cablebús de la CDMX cuenta con una longitud de 5.42 kilómetros de recorrido, seis estaciones estratégicamente ubicadas y una capacidad para mover a 36 mil pasajeros por día, con 71 cabinas en funcionamiento y una capacidad de 10 personas por cabina, cada una de las cuales tiene Wi-Fi gratuito.
Para el caso de Puebla, la primera línea del Cablebús conectará la junta auxiliar La Resurrección con el Centro Integral de Servicios (CIS) de Angelópolis, evitando la Zona de Monumentos Históricos de la ciudad de Puebla, pues el INAH, para autorizar el proyecto, ha fijado ese criterio como inamovible e innegociable.
Según ha remarcado el propio gobernador, que no oculta su entusiasmo al hablar públicamente del proyecto, este se realizará sin contratar deuda pública, y sin recurrir –como Moreno Valle– al modelo de las asociaciones público privadas, un aspecto de la máxima importancia, pues “el dinero alcanza”.
No obstante, aún no se ha precisado el monto exacto de la inversión y habrá que estar atentos. También de la correspondiente licitación y de la empresa o conglomerado de empresas que estará a cargo de la construcción. Como referencia, la línea 3 del Cablebús de la CDMX alcanzó un costo de 2 mil 400 millones de pesos.
El Cablebús de Puebla busca mejorar la conectividad y movilidad de miles de poblanos, especialmente en zonas de difícil acceso y alta densidad poblacional, reduciendo tiempos de traslado y costos para los usuarios. De hecho, resulta ser la opción más económica en términos de costo operativo por pasajero.
En la CDXM ha sido muy funcional y no tendría por qué ser diferente en Puebla, que se posicionaría, de paso, como un referente nacional en transporte urbano sostenible.
Un Cablebús, hay que decirlo, ofrece varias ventajas para una ciudad.
Además de que es un sistema de transporte público rápido y eficiente que puede transportar a un gran número de personas en un corto periodo de tiempo, es una opción de transporte sostenible que reduce la dependencia de los vehículos particulares y promueve un modelo de movilidad más ecológico.
Al ser un sistema aéreo, el Cablebús tiene un menor impacto ambiental en comparación con otros modos de transporte terrestre, ya que no genera emisiones directas de gases de efecto invernadero durante su operación.
Al reducir la cantidad de vehículos en las calles, el Cablebús puede contribuir a mejorar la calidad del aire en la ciudad, un problema cada vez más grave en Puebla.
Al ofrecer una alternativa de transporte eficiente, el Cablebús puede ayudar a reducir la congestión vehicular en las calles y mejorar la fluidez del tráfico.
Asimismo, es un sistema de transporte seguro que puede reducir la cantidad de accidentes de tránsito.
Y, en general, puede mejorar la calidad de vida de los ciudadanos al reducir los tiempos de traslado y los costos de transporte.
En resumen, el Cablebús será una excelente opción para mejorar la movilidad y la sostenibilidad, ofreciendo una alternativa de transporte eficiente, segura y ecológica para los ciudadanos.
“La movilidad es un derecho. Apostamos por soluciones que mejoren la salud y reduzcan el impacto ambiental”, expresó el pasado martes el gobernador ante expertos y legisladores reunidos en el Foro “Construyendo las Metrópolis del Presente”, organizado por la Cámara de Diputados.
El Cablebús va, va en serio, y es una de las mejores noticias para Puebla, en medio de tantas tan malas.
En varias ciudades del mundo existen sistemas de cablebús o teleféricos utilizados como transporte público.
En América Latina, además de la CDMX, se pueden encontrar en: Medellín (Colombia), La Paz (Bolivia) y Caracas (Venezuela).
También existen en otras partes del planeta, como Hong Kong, Lagos (Nigeria) y Portland (USA).
Puebla se sumará, pues, a esa lista.
Por cierto: en la línea 3 de la CDMX la tarifa por persona es de 7 pesos.
Pero el servicio es gratis para niñas y niños menores de 5 años, personas adultas mayores de 60 años y personas con discapacidad.
¿Será igual en Puebla?