Tehuacán, tan lejos de Dios y tan cerca de Alejandro Barroso Chávez, su actual alcalde, quien tal parece está más preocupado en que no hablen mal de él y su gestión, en lugar de ponerse a trabajar, así como dijo que lo haría, y así como sus habitantes esperaban que fuera, pues es el segundo municipio más importante del estado y la ciudad más poblada.
Alberga a casi 400 mil habitantes y pese a su desarrollo económico por la industria que alberga, la verdad es que en materia política no la ha visto llegar desde hace ya varios años.
Cuando se pensó que lo peor ya había pasado, bajo la administración de Felipe de Jesús Patjane Martínez y con todo lo que implicó su resguardo en prisión, resulta que Tehuacán no ha logrado aniquilar esa racha de mala suerte.
En el inter de una nueva elección, Andrés Artemio Caballero López, el presidente sustituto, no hizo más que colocar a sus cuates, al tiempo que utilizaba las oficinas del Ayuntamiento como salón de fiestas de cumpleaños.
Posteriormente con el gallero Pedro Tepole Hernández, aunque bajo las órdenes de su hija, tampoco se logró resarcir y mucho menos mejorar el camino del municipio, ya de por sí inseguro y muy saqueado, y que en sus manos terminó peor.
Fue así que se creyó que un perfil “diferente” a los demás, tal vez podría marcar el antes y el después, pero resulta que hasta este momento, el urólogo de profesión, Alejandro Barroso, tampoco ha podido y, sin temor a equivocarme, difícilmente podrá marcar la diferencia, o al menos no para bien.
Pensar que la política solo incluye a los gobernantes es estar equivocado, porque un buen alcalde o alcaldesa tiene en sus manos la toma de decisiones de un grupo de habitantes que tendrían que tener al menos algo en común: el bienestar de su región.
Eso incluye seguridad, educación, salud, obra pública y las gestiones que sean necesarias para atraer turismo, inversión, empleos y, en general, derrama económica, por eso es que creo que si al gobierno le va bien, a sus habitantes también, es sencillamente un efecto dominó.
Eso es justamente lo que su edil, Alejandro Barroso, no ha hecho, y no solo no ha hecho, incluso lo ha evadido, pues grandes sectores sociales y empresariales han intentado acercarse al municipio para hacer alianza y que Tehuacán sea visto no solo como el municipio que alguna vez albergó grandes manantiales.
Hoy no solo los manantiales se han secado, también las promesas de campaña de quien ganó una elección hace un año y que actualmente solo se esconde de la prensa y de quienes ven en Tehuacán un gran motor económico en muchas facetas.
Muestra de esto es la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac), que ha intentado acercarse a la región, recordando que el mole de caderas, platillo típico de la región, tan solo en 2024 dejó una derrama económica de 90 millones de pesos, cifra que este año preocupa por varias razones.
La primera razón es la disminución de esta tradición culinaria desde la matanza, al ser un platillo que en su historia alberga un ritual y todo un proceso de preparación del chivo para que la carne tenga ese peculiar sabor en tan fantástico guiso.
La segunda es la depreciación restaurantera en los últimos meses que preocupa no solo a ese sector, sino a todo lo que conlleva la cocina, desde los productores del campo hasta el personal que labora en los establecimientos.
Y la tercera es la apatía de su alcalde, quien aún sabiendo que se acerca una fecha importantísima para la región, además de un sinfín de propuestas benéficas que rechaza o ni siquiera atiende, prefiere censurar a los medios, mientras atiende las demandas e intereses de un grupo cercano a él, pero dejando de lado los intereses de quienes lo alquilaron para el puesto.