Un espacio para el diálogo, la reflexión y el aprendizaje se vivió en la Ibero Puebla a través de la IV Jornada de Procesos Educativos, en el cual se reunieron las inquietudes genuinas de las y los futuros educadores sobre cómo dar clases en medio de un contexto convulso; en el título de esta jornada dieron la respuesta: “Creando espacios seguros”.
El maestro Mario Patrón Sánchez, rector de la Ibero Puebla, dio la bienvenida a este evento y reconoció el gran reto al que se enfrentan aquellos y aquellas que están al frente de las aulas. “Ante la pérdida de prospectivas de futuro, particularmente de nuestras juventudes, las nuevas generaciones ingresan a los entornos educativos sin convicción y con alta dosis de desesperanza”.
Ante ello, el rector dijo: “Los animo a compartir con generosidad sus saberes y experiencias para construir alternativas educativas pertinentes para una sociedad que tanto lo necesita”. Al mismo tiempo, deseó una jornada llena de diálogos pertinentes para la construcción de futuros esperanzadores.
“Las mentes de los estudiantes se abren a través de los corazones abiertos”: doctora Hilda Patiño
En el evento también brindó una cálida bienvenida la doctora Lilia Vélez Iglesias, directora general Académica, quien demostró con cifras la importancia de una educación integral. Según la UNICEF, en América Latina y el Caribe, aproximadamente 16 millones de niñas, niños y adolescentes viven con un trastorno mental diagnosticado; es el promedio más alto en el mundo, y donde además se reportan 4 mil 200 suicidios al año.
“De ahí la pertinencia de esta jornada, a lo largo de la cual se hablará sobre estas problemáticas que se presentan en los espacios educativos y qué tipo de herramientas requieren las y los docentes para enfrentarlas”, afirmó. La maestra Ana Lidya Flores Marín, directora del Departamento de Humanidades, recordó sus 36 años de experiencia como docente.
La académica aseguró: “Veo con ternura a la Ana Lidya de 24 años, muerta de miedo en la víspera de impartir su primera clase. Hoy, la Ana Lidya de 59 años mira en retrospectiva para constatar que no murió en el intento, y que los testimonios de sus estudiantes avalan que puede construir un lugar seguro para ellas y ellos”.
Por su parte, la maestra Niza Gutiérrez Ruiz, coordinadora de la Licenciatura en Educación, continuó bajo esta línea y señaló que “los temas que se abordan en esta jornada surgen de preocupaciones de intereses que tienen como próximos profesionales de la educación”.
Las experiencias de la docente dieron paso a la conferencia magistral de la doctora Hilda Patiño Domínguez titulada Las emociones y la escuela: cómo generar bienestar emocional en sí mismos y en los otros, donde explicó la importancia de generar y ser esos espacios seguros en los que el alumnado puede adquirir conocimientos no solo profesionales, sino también para la vida.
La ponente enmarcó las emociones como aquellos disparadores que surgen a través de las situaciones que se experimentan en la vida. Es necesario el autoconocimiento y la inteligencia emocional para poder transitar por todas sus facetas y matices, pues si bien pueden ser placenteras, también llegan a generar malestar.
En las aulas, “el ambiente emocional, si no es positivo, afecta profundamente a las y los estudiantes”, pues tiene una estrecha correlación con el rendimiento y el bienestar integral. Esta necesidad intrínseca hace de la docencia una profesión paradójica, según lo explicó la doctora Patiño Domínguez.
Las y los docentes pueden experimentar tres paradojas esenciales: sentir miedo o inexperiencia para posicionarse ante el grupo a pesar de los años de experiencia; el hecho de que son personajes públicos para el alumnado, pero a la vez deben ser privados con su vida; y sobrellevar la inteligencia emocional de sus estudiantes a la par de la propia.
Lo anterior llama a académicos, académicas y futuros educadores a generar estrategias en el aula, no solo para sus alumnas y alumnos, sino para ellos mismos. La experta recomendó que generen espacios hospitalarios y desafiantes, que escuchen y honren las voces individuales y grupales, a la par de que brindan recursos comunitarios que apoyen la soledad y la formación del espacio educativo como un lugar de experimentación, vida e historia transcendental.