La sorpresiva aparición de una fotografía del exgobernador Mario Marín Torres, desde su cautiverio, con dos periodistas, un empresario y un conocido exfuncionario público, desató una ola de especulaciones que apuntaban a decir que dicho encuentro habría tenido el propósito de anunciar el regreso del exmandatario a la actividad política. La realidad de esa reunión es que fue todo lo contrario: la conversación reflejó que el extitular del Poder Ejecutivo de Puebla estuvo ausente cuatro años de la vida pública de México y que no sabe lo ocurrido en el país de 2021 a la fecha.
Uno de los asistentes narra las cosas así: “en lugar de que lo entrevistáramos, parecía que él era el entrevistador”, por la larga lista de preguntas que les hizo a los cuatro invitados para enterarse, o tal vez entender, qué pasó en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y lo que ahora ocurre con la gestión de Claudia Sheinbaum.
Fue tan evidente la ausencia de Marín de todo lo que ha pasado en el último cuatrienio, que los dos periodistas se aguantaron las ganas de solicitarle una entrevista.
Mario Marín cumple este miércoles cuatro años de que fue detenido por fuerzas federales en una colonia popular de Acapulco, Guerrero, en donde se ocultaba –en una vivienda de una de sus hermanas– para evitar que se ejecutara en su contra una orden de aprehensión por el presunto delito de tortura. El exmandatario pasó tres años y medio en la cárcel. Ahora lleva seis meses en prisión domiciliaria, en su casa de la colonia Gavilanes, en la zona de Xilotzingo, en el sur de la capital poblana.
El promotor de la reunión fue Arturo Hernández Davy, quien fuera el director del Sistema DIF estatal la mayor parte del sexenio marinista.
La forma en que invitó fue: el exgobernador necesita socializar, conversar con alguien, para evitar que le siga afectando el encierro.
“Es una plática de amigos”, habría advertido, al indicar que no podía ser una entrevista periodística y mucho menos tocar temas locales, como es el proceso penal que enfrenta por la presunta tortura contra la periodista Lydia Cacho Ribeiro.
Y, efectivamente, este teclador tuvo conocimiento de que antes de este polémico encuentro, Marín se reunió con sus compañeros de la preparatoria, a quienes invitó a conversar de lo que vivieron en un plantel de educación media superior de la UAP. Algunos fueron simplemente por el “morbo” del ver al político priista, pese a que en las últimas décadas no tuvieron contacto con él.
La imagen hackeada
Al encuentro fueron los periodistas Carlos Castillo y Gerardo Pérez, del periódico Foro 21; el empresario Ignacio Roldán, que se dedica a comercializar productos del mar, y el cuarto invitado fue Arturo Hernández Davy, quien es compadre del exgobernador.
En la casa de Marín solo había dos personas: el exgobernador y una mujer dedicada a la limpieza. Ella fue quien les abrió la puerta.
Afuera del domicilio y en el jardín había una fuerte presencia de agentes de la Guardia Nacional que tienen como propósito evitar “la fuga” del exgobernador o la presencia de personas no autorizadas para ver al hombre que encabezó el Poder Ejecutivo poblano entre los años 2005 y 2011.
Marín apareció de pantalón de mezclilla, suéter azul y abierto, una camisa blanca y tenis de vestir. Una manera poco usual de verlo. Toda su cerrera política usó trajes sastre, chamarras de gabardina y cuando jugaba fútbol, que era una de sus pasiones, se ponía largas camisetas y calcetas que no dejaban ver sus piernas.
Quien fuera presidente del PRI, alcalde de la capital y secretario de Gobernación estatal, en cuatro meses cumplirá 71 años.
Físicamente se le vio bien, aunque llamó la atención que está “panzón” y se le notan muy arqueadas sus piernas. Estuvo muy sonriente y lejos del trato huraño que le caracterizaba cuando era un político importante, sobre todo en los momentos en que tenía un periodista enfrente, pues siempre odió a la prensa.
El encuentro duró dos horas. A los invitados no les ofrecieron ni comida ni bebidas, fuera de un poco de agua.
Quien más habló fue Mario Marín, que no dejaba de hacer preguntas, algunas personales y otras sobre la vida en México. Los dos periodistas se concretaron a responder. El empresario Ignacio Roldán le dio cuenta de su familia. Arturo Hernández Davy no abrió la boca.
Quedó claro –en la conversación– la influencia que tuvo en Marín la que fuera su hermana mayor, de nombre Julieta, que ya falleció. De profesión maestra, ella fue quien trajo a la capital poblana a sus 10 hermanos y procuró que todos estudiaran.
Les narró Marín a los presentes que los 11 hermanos vivieron en los barrios céntricos y populares de La Luz y San Antonio. Que Julieta los puso a trabajar “de todo”, incluido ser boleros.
Al agotarse el tiempo para la plática, uno de los asistentes le pidió una foto a Mario Marín. El político oriundo del pueblo mixteco de Nativitas Cuautempan primero se rehusó y al final, dijo algo así: “que sea de consumo personal”. Es decir que la imagen no se difundiera.
Uno de los asistentes subió la imagen a su estado de WhatsApp y un hacker se robó la foto, que se supone está protegida para que solo el dueño de la cuenta la pueda poseer.
Después, quien se robó la foto y usa el seudónimo “Gerónimo”, difundió la imagen en cuentas de redes sociales de periodistas de la Ciudad de México. Y se armó el escándalo.