Lo más relevante del reciente proceso de renovación de juntas auxiliares fue la derrota que sufrió Antorcha Campesina (AC) en sus dos principales bastiones: el municipio mixteco de Tecomatlán y Huitzilan de Serdán en la Sierra Norte del estado. Más allá de la parte circunstancial, estos resultados reflejan una crisis interna de esta organización popular, que en mucho se debe a que en los últimos seis años perdió su capacidad de doblegar a los gobiernos en turno, tanto en el ámbito de la entidad poblana como de la Presidencia de la República.
En medio siglo de existencia, AC nunca había sufrido o permitido una derrota electoral en sus bastiones.
Una parte clave de esa crisis que vive dicha formación campesina es que el presidente Andrés Manuel López Obrador –durante el sexenio pasado– eliminó la intermediación de los programas sociales, al establecer mecanismos directos para entregar el dinero de becas, pensiones, programas agrarios y ayudas a personas con discapacidad de manera directa a los beneficiarios, sin que estos tengan que recurrir a los llamados “coyotes” o a partidos y organizaciones políticas.
El segundo componente es que los nuevos mecanismos de asignaciones presupuestales evitan que los fondos públicos para ayuntamientos se entreguen a organizaciones sociales.
De esa manera, AC perdió la capacidad de captar y manejar los fondos de los programas sociales y los presupuestos de los ayuntamientos en donde gobierna.
Entre la década de los años 1970 y hasta el gobierno del priista Enrique Peña Nieto, que concluyó en 2018, la fuerza económica de AC radicaba en que como agrupación era la que administraba y aplicaba los fondos públicos de programas sociales y presupuestos municipales. Todo ello con la complacencia de los gobiernos del PRI y el PAN, que con tal de no enfrentar movilizaciones, protestas y plantones de las bases antorchistas, cedían a sus presiones.
Otro factor que ha debilitado a AC es que pese a ser una organización con un fuerte poder electoral, pues según sus propias estimaciones tiene la capacidad de generar alrededor de un millón 600 mil votos en el país, ha fracasado en sus intentos de constituirse en un partido político y la relación con el PRI y el PAN se ha vuelto complicada. Aunado a que la 4T le ha cerrado toda posibilidad de hacer alianzas en comicios locales y federales.
En Puebla, AC rompió con el PRI en el año 2020, luego de que en los cuatro años anteriores empezó a existir un malestar del movimiento antorchistas con el tricolor por considerar que no se les reconocía el peso electoral y económico de la agrupación.
Durante los procesos electorales de renovación de la gubernatura de Puebla correspondiente a los años 2010, 2016, 2018 y 2024, AC se acercó de manera velada o abiertamente con el PAN. Sin embargo, el partido de la derecha ve con recelo a la organización y no le cede todos los espacios –es decir las candidaturas– que reclaman los antorchistas.
Hay un tercer factor más importantes que los anteriores: el aumento del hartazgo de mucha gente, del ámbito rural y urbano, que muestran contra AC. Una situación que se observa desde hace poco más de una década.
Para entender lo anterior, es importante reconocer que Antorcha Campesina es la organización popular más grande en el estado de Puebla.
También que ha logrado grandes éxitos empresariales, al incursionar en negocios de restaurantes, gaseras, cadenas de tiendas de convivencia, gasolineras, distribuidoras de gas, servicios de grúas, manejo de rutas del trasporte público, procesadoras de alimentos, entre otros asuntos.
Su fuerza social radica en que pugna por la dotación de educación –desde el nivel básico y hasta el superior–, de vivienda, espacios de trabajo y actividades culturales a sus agremiados que viven en comunidades rurales, centros de población suburbana y, en particular, a los jóvenes. Además de contar con medios de comunicación propios.
Si AC tiene todo esto, surge una pregunta básica: ¿entonces, qué es lo que está fallando?
El problema radica en: el autoritarismo y dominio de la familia Córdova, que en AC no permite las disidencias y mucho menos la pluralidad política. La organización actúa con absoluta verticalidad y todos los militantes, o mejor dicho las familias, deben obedecer lo mandatos de los dirigentes. No hay espacio para algo diferente.
Desde que era gobernador Melquiades Morales Flores, se han conocido varios casos de como –literalmente– se ha aplastado a líderes o militantes que se apartan de las líneas de dirección política que dicta la cúpula de AC.
Ahora hay un elemento nuevo e importante: hasta no hace mucho, los antorchistas que buscaban apartarse del control estricto de los dirigentes de la organización no encontraban espacios alternativos de participación, de cobijo, de protección. La relación de Antorcha Campesina con el PRI y el PAN llevaba a cerrar cualquier posibilidad de que hubiera “una válvula de escape”. Ahora, eso con la 4T ha cambiado radicalmente.
La posibilidad de mudarse a algún partido de la 4T y, sobre todo, el aprovechar el poder electoral que tiene el movimiento obradorista, ha llevado a que en muchos municipios tradicionalmente controlados por los antorchistas, militantes y exdirigentes estén buscando en Morena, el PT o el PVEM, alternativas de participación o incluso de ganarle a AC en las urnas.
Un ejemplo claro: Humberto Bolaños del Rosario era parte de la cúpula antorchista en Tepexi de Rodríguez y, hace unos años, se distanció de la familia Córdova, para finalmente ganar la alcaldía de ese municipio –bajo las siglas de Morena– en los comicios locales del año pasado.
Se dice que hacia el interior de AC un tema “tabú” es discutir cuál podría ser el escenario de una sucesión de Aquiles Córdova Moran, junto con sus hermanos, que han sido los eternos dirigentes antorchistas y todos ellos ya están en la tercera edad. Nadie habla de qué pasaría cuando mueran, se retiren o algo los llevara a perder el control de la organización que fundaron en Tecomatlán en 1974.
Eso ha llevado a que entre algunos dirigentes regionales haya intrigas y disputas, bajo la idea de ir ganando poder en el hipotético escenario de que la familia Córdova perdieran el control del movimiento antorchista.