Son las 3:30 de la madrugada, David se levanta con el sonido del despertador de su celular. A las 4:00 sale de su casa ubicada una villa en los Estados Unidos y conduce dos horas para llegar a su trabajo.
Su labor es en el sector de la construcción, donde inicia de lunes a sábado a las 6:00 de la mañana y su jornada acaba a la 1:00 o 2:00 de la tarde.
Como cualquier otro mexicano trabajador acepta trabajar unas seis horas extras todos los días, incluso con una comida al día. Maneja a su casa otras dos horas.
A su casa llega a las 10:00 de la noche y se duerme a las 11:00 para despertar nuevamente a las 3:30 del día siguiente.
Son unas cuatro o cinco horas las que duerme todos los días. Así como este migrante mexicano que existe y a quien conoce este reportero, hay 30 millones de mexicanos.
Quienes a diario se levantan para trabajar duro por un mejor sueldo, por mejores condiciones de vida para sus familias radicadas en México, con el envío de remesas.
También, lo hacen para pagar impuestos y contribuir en que los Estados Unidos sea la economía número uno del mundo.
El gobernador Alejandro Armenta reveló este 19 de enero en gira por la Mixteca, que hay 3.5 millones de poblanos radicados en el país vecino.
Son 3.5 millones de poblanos que laboran en el campo, en la construcción, en fábricas, en restaurantes y en otros sectores donde los norteamericanos no trabajan.
Sin estos poblanos que hacen el trabajo más pesado en ese país ¿quién va a producir las tierras para que abastecer a los super mercados?
Para quienes tienen familia en Estados Unidos saben muy bien que los nacidos en ese país no les gusta trabajar horas extras. Hay trabajos que ni indocumentados de otros países quieren hacer.
Los mexicanos son los más chambeadores y no solo hacen trabajos pesados, también hay paisanos que laboran en sector administrativo y empresarial.
Hay emprendedores que generan miles de empleos en ese país. Con un día sin poblanos y sin mexicanos, la economía de esa nación se va tambalear.
¿Qué habrá deportaciones? Siempre las hay, en cada administración, con cada presidente que llega.
El discurso de odio del presidente Donald Trump, quien este 20 de enero rinde protesta, es una retórica para el electorado que votó por él, pero también para sacudir al Gobierno de México, porque aparentemente no respetó acuerdos comerciales e internacionales.
Si deporta a miles de mexicanos y poblanos todos los días, será como meterse un tiro en el pie. Por más discurso de odio que haya contra nuestros paisanos, son ellos quienes contribuyen en mover la economía del país vecino.
