Los ataques directos contra el gobernador electo de Puebla, Alejandro Armenta Mier, disfrazados de supuestas amenazas y presiones contra una reportera, por parte de su equipo de comunicación, son una pena, una ridiculez y una payasada.
Son parte de un juego perverso que solo busca el foco, la nota sensacionalista y el pretexto para tener una papa caliente que involucre a un político o gobernante.
Una trama macabra para poder reventar un supuesto escándalo de una falsa mordaza y censura a la libertad de expresión en Puebla, con el fin de escalar en proporciones nacionales y poder ganar aplausos dizque por ser medios críticos incómodos al sistema.
Sin embargo, los informadores protagonistas de la historia caen en lo burdo, en lo ridículo y en lo más bajo.
Evidencian su inexperiencia, su novatez y la manipulación y/o la mala leche a la que están sometidos por intereses ajenos, por sus propios jefes, socios o amigos.
Porque lanzarse al ruedo, sin capote, sin sustento, sin prueba alguna, sin argumentos sólidos y sin la preparación suficiente para defender una acusación de amenaza, es mucho más grave que la propia queja pública.
Siempre he sido un defensor de mi gremio, de mis colegas y sus derechos; de hecho, no me gusta la grilla ni las diferencias entre camaradas, pero hay unos que se ganan la crítica y las mentadas por sus barrabasadas.
Los periodistas de verdad conocen los mecanismos para poder denunciar una intimidación real, el protocolo que se debe seguir para que incluso una ONG te apoye y defienda tu libertad para expresarte.
Los comunicadores que realmente han sido amenazados saben perfectamente que después de presentar su relatoría ante el Mecanismo Federal de Periodistas te envían medidas cautelares, y es en ese momento cuando interpones tu denuncia en el área especializada, ya con el respaldo de agrupaciones o asociaciones en defensa de los derechos de los informadores.
Nunca mediatizas la amenaza, primero; ni mucho menos te tiras al piso para convertirte en mártir del periodismo en lo mediático, como ya acostumbran en ContraMascaras, sobre todo si no existen pruebas, como es el caso de la reportera y activista por los derechos de la movilidad Andrea Ortiz, para sostener acusaciones tan atrevidas como las lanzadas.
Insisto, ni los reporteros, ni los directivos, ni ningún representante de un medio deben ser la nota.
Lo que deberían hacer en el citado medio es informarse, dejar de inventar amenazas para sacar provecho, para ganar adeptos, o para intentar mostrarse como las víctimas cuando sus dichos no pueden sostenerse con pruebas contundentes.
Porque es muy fácil denunciar que te amenazaron sin una sola prueba que lo acredite, falta que te crean. Afortunadamente, los medios y los periodistas serios no pierden su tiempo de esa forma, son los idiotas los que lo inventan y hasta los que te lo compran.
En la entrevista que el periodista Julio Hernández López, mejor conocido como Julio Astillero, le hizo a la reportera Andrea Ortiz, por la supuesta amenaza, incluso le cuestionó si ya había seguido el mecanismo para denunciar, y si ya contaba con el apoyo de alguna agrupación que la respaldara.
La respuesta de la activista fue que cuenta con el apoyo de Artículo 19, porque sufre de estrés debido a que es “víctima, mediante redes, de ser acosada y de ser cuestionada respecto a su trabajo, lo que le ha ocasionado estrés psicológico contra su persona”.
Caramba, no imagino cuántos nos sentiríamos amenazados si utilizamos el estrés psicológico al que estamos expuestos por nuestras actividades diarias como pretexto y acusación.
Y es que, según ella, nadie la ha atendido, ni de parte del equipo del gobernador electo, Alejandro Armenta Mier, ni del actual mandatario, Sergio Salomón Céspedes Peregrina, por lo que contrario a eso, se han dedicado a “seguir cierta línea, en la que se reconoce que ella es una persona que quiere poner su granito de arena al mundo del periodismo y del activismo”.
La comunicadora incluso acusa a ambos equipos de gobierno de querer desprestigiar su trabajo y generar cierto acoso para que deje de hacer lo que está haciendo.
Me pregunto ¿pues qué estará haciendo que nadie, absolutamente nadie la conoce, ni la ve?
Todo esto me suena más a un juego perverso en el que se utiliza a una reportera para difamar a un político o gobernante, con tal de ser la nota y de satisfacer ciertos intereses.
Es imposible que algo tan básico como saber que los comunicadores no deben ser la nota lo ignoren, o lo pasen por alto a propósito.
En el mentado medio ContraMascaras, encabezado por Jaime López, deberían ser más pulcros en su quehacer profesional.
Porque el escándalo armado y el teatro mediático siempre sale a la luz.
Lo que deberían hacer los nuevos periodistas es capacitarse, aprender a defenderse de manera profesional, a hacer periodismo de investigación verdadero; los jóvenes deben estudiar las cosas antes de ejecutarlas, entender el contexto y los mecanismos de los nuevos tiempos en la relación prensa-poder.
Y aquellos que se aprovechan para difundir y promover información falsa, para denostar a un determinado personaje, como la jefa de prensa del PRI, Maritza Mena, deberían tener más cuidado.
Siempre hay una prueba para refutar una mentira.
Ni más, ni menos.
[email protected]
X: @poncharelazo
Facebook: Alfonso González