En esta columna nos hemos comprometido a hablar sobre las ciudades o, mejor dicho, sobre los asentamientos humanos y todo lo que los rodea, independientemente de su tamaño: ya sean villas, aldeas, ciudades formales o metrópolis.
Alrededor de las ciudades han surgido conceptos adicionales, como el de la conurbación, que ocurre cuando, en su crecimiento, dos ciudades se alcanzan y conforman un asentamiento mayor. Otro concepto común es el de las zonas o áreas metropolitanas, que son conjuntos de municipios o municipalidades influenciados por una metrópolis central. Ejemplos de esto son la Zona Metropolitana de la Ciudad de México o la Zona Metropolitana de la ciudad de Puebla, que hoy se extiende hasta la capital de la vecina entidad de Tlaxcala.
Dado que nuestro interés central ha sido, por supuesto, los asentamientos poblanos, hemos elogiado aquí la belleza de nuestra histórica ciudad de Cholula, donde habitamos. También hemos destacado el peculiar orgullo ciudadano de nuestra vecina San Andrés Calpan. Lo mismo podríamos decir de numerosas localidades del valle poblano-tlaxcalteca, mejor conocido como Valle de Cuetlaxcoapan, así como de las admirables y bellas localidades serranas del estado, únicas en el país por sus “bosques de niebla”.
En resumen, este tema no lo agotaremos pronto. Por variar, hoy hablaremos, de forma inicial y superficial si se quiere, de las primeras células de estos asentamientos, que seguramente fueron la chispa que dio origen a un asentamiento mayor. Me refiero a los barrios, células constitutivas de las aldeas que en muchos casos se convirtieron en villas o en pequeñas ciudades.
En nuestro caso, sabemos que en nuestras ciudades aún se distinguen numerosos barrios que datan de tiempos precortesianos y que, en su origen, quizá fueron asentamientos tribales o familiares.
A partir del siglo XVI, con la conquista española de la región, los barrios, aunque conservaron sus nombres antiguos, fueron bautizados por los frailes con el nombre de un santo protector o patrón. Así, la antigua Cholollan se convirtió en Cholula, cuyo territorio fue posteriormente dividido en San Pedro y San Andrés Cholula. No obstante, hoy en día se siguen distinguiendo numerosos barrios de origen prehispánico en su interior.
Todos conocemos y podemos identificar que en San Pedro Cholula se distinguen los territorios de San Cristóbal Tepontla, San Agustín Calvario, Santiago Mixquitla, Jesús Tlatempa, San Matías Cocoyotla y San Diego Cuachayotla. Dentro del territorio municipal de San Andrés Cholula también se identifican numerosos barrios, como el de San Juan Aquiahuac, inmediato a la pirámide.
Este patrón de nomenclaturas no solo se aplicó a los barrios, sino que también se extendió a las localidades del valle, las cuales generalmente conservaron su nombre prehispánico, al que se le añadió el nombre del santo protector o patrón del lugar. Tal es el caso de San Andrés Calpan, San Gregorio Zacapechpan y San Francisco Coapan.
Pero el espacio hoy se nos ha terminado. Continuaremos con este tema la próxima semana.