El reciente uso de la cápsula “Sarco” en Suiza para un suicidio asistido ha generado controversia y arrestos. Este dispositivo, creado por el activista proeutanasia Philip Nitschke, se utilizó por primera vez para ayudar a una ciudadana estadounidense de 64 años a morir, desatando una investigación penal en el cantón de Schaffhausen.
La mujer, que sufría de graves problemas de salud relacionados con una inmunodeficiencia, falleció tras inhalar nitrógeno en una zona forestal. La cápsula “Sarco” está diseñada para facilitar una muerte rápida y sin dolor, según su inventor.
El mecanismo funciona liberando nitrógeno que reemplaza el oxígeno en el ambiente cerrado de la cápsula, provocando una pérdida de conciencia y, en cuestión de cinco minutos, la muerte.
La policía suiza ha detenido a varios involucrados en el caso y el fiscal ha iniciado un proceso por incitación y asistencia al suicidio. Además, la cápsula ha sido incautada y el cuerpo de la fallecida trasladado a la morgue para su evaluación.
Aunque Suiza permite el suicidio asistido bajo condiciones estrictas, como que la decisión sea reflexionada y sin influencia externa, el uso de la cápsula ha generado un fuerte debate.
La ministra de Salud de Suiza, Elisabeth Baume-Schneider, ha señalado que “Sarco” no cumple con las normativas de seguridad para productos químicos y no puede ser comercializada legalmente. A pesar de esto, The Last Resort, la organización que promociona la cápsula, ha defendido su uso como un servicio humanitario, cobrando solo 20 euros para cubrir el costo del nitrógeno.