Eduardo Rivera Pérez tiene ya prácticamente “un pie adentro” del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PAN, luego de que ha aparecido –este jueves– en la planilla de Jorge Romero Herrera, quien contenderá por la presidencia del partido y prácticamente tiene el camino allanado para llegar a este cargo.
La contienda por la dirigencia del PAN tendrá solo dos aspirantes: la tlaxcalteca Adriana Dávila Fernández y el defeño Jorge Romero Herrera.
Dávila es parte del grupo del expresidente Felipe Calderón y se le percibe como una candidata sin estructura y con muy poca popularidad. Hace un par de semanas estuvo haciendo campaña en Puebla, al que definió como un estado prioritario en su proyecto de ganar la dirección nacional del partido de la derecha, pero tuvo una recepción desabrida por las bases de esta fuerza política.
Herrera representa la continuidad de la facción de Marko Cortés Mendoza, el actual presidente del partido, pero ha tenido el acierto de incorporar a corrientes internas del PAN que habían estado excluidas del CEN que está en funciones.
Una prueba de ello es que, en su planilla formada por ocho integrantes, ha presentado a panistas de diferentes regiones del país, pero en particular hay tres figuras relevantes que fueron candidatos a gobernadores en la pasada contienda electoral del 2 de junio: Eduardo Rivera que compitió en Puebla, Renán Barrera Concha en Yucatán y Santiago Taboada Cortina en la Ciudad de México.
Rivera tomó una decisión sensata de buscar un cargo fuera de Puebla, en donde estaba enfrentando un fuerte desgaste por la derrota electoral del PRIAN el pasado 2 de junio, así como el reclamo de algunos grupos que le cuestionaban la posibilidad de que quisiera dirigir el albiazul en la entidad poblana.
Sin duda, la popularidad de Rivera en las bases panistas le será de una ayuda fundamental a Jorge Romero Herrera, quien ha hecho toda su carrera en la Ciudad de México, pero no es muy conocido fuera de la capital del país.
Mientras que el grupo de Rivera, seguramente se montará en la popularidad de Romero Herrera para intentar hacer ganar a quien postulen a la presidencia del Comité Directivo Estatal del PAN.
Liman asperezas Armenta y el arzobispo de Puebla
De manera silenciosa, sin estridencias, a lo largo de los cuatro últimos meses se ha venido generando un fuerte deterioro en la relación entre el arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez Espinosa, y la 4T, en particular con el gobernador electo, Alejandro Armenta Mier.
Los agravios, de un lado y de otro, son por varios motivos, siendo los principales: la despenalización del aborto por parte del Congreso local, que enojó al clero católico, y el activismo de algunos sacerdotes que, abiertamente y de manera ilegal, llamaron a votar en contra de Morena en los comicios del pasado 2 de junio, lo que generó una fuerte molestia en la 4T.
El distanciamiento entre el gobernador electo y el arzobispo se agudizó la mañana del 17 de julio pasado, en las horas previas a que el Congreso del estado aprobara la interrupción de embarazo en las primeras 12 semanas de gestación.
Tal como se narró en esta columna –hace un par de meses–, Víctor Sánchez Espinoza intentó utilizar su influencia para frenar el proyecto legislativo.
En tres ocasiones habló por teléfono con el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina y con el secretario de Gobernación, Javier Aquino Limón, quienes les dijeron que no podían parar el asunto por la decisión que ya había tomado la Suprema Corte de Justicia de la Nación de despenalizar el aborto en todo el país.
Luego intentó con Alejandro Armenta Mier, pero habría surgido una respuesta similar.
En los días posteriores se supo que, de los tres políticos a los que acudió el prelado, con quien estaba más molesto y decepcionado era con Armenta, de quien decía insistentemente: “yo le ayudé en muchas cosas”.
Pasaron las semanas y parecía aumentar el tono del malestar entre ambas partes. Hasta que alguien cedió y finalmente este jueves, ha surgido un primer intento de frenar la desavenencia entre la figura más importante de la política en el estado y el líder religioso más influyente.
Hubo una comida en el viejo Palacio del Poder Ejecutivo –ubicado en la avenida Reforma de la ciudad de Puebla– en donde se sentaron Armenta y un selectivo grupo de 50 sacerdotes, encabezados por Víctor Sánchez Espinosa. Ver la foto de abajo.
No se sabe cuál pudiera ser el alcance de este encuentro.
Queda claro de que es reflejo de que ambas partes se necesitan.
Armenta perdería mucho en popularidad el no tener una relación cordial con el Arzobispado.
Y la Iglesia católica necesita de los buenos oficios de la Secretaría de Gobernación para resolver los muchos problemas en que se meten sus sacerdotes, que saben orar, pero no arreglar los aprietos en que constantemente se meten con los mayordomos de los templos y con los feligreses en general.
Una relación que caminaba bien
Sorprende que se haya producido tal distanciamiento cuando, a finales de 2023, parecía haber mucha cordialidad entre el prelado Víctor Sánchez Espinosa y el entonces senador de la República, Alejandro Armenta Mier.
En esas fechas, en una ocasión, el jefe de la grey católica llevó a un nutrido grupo de periodistas a conocer el Banco de Alimentos de la organización Cáritas –ubicado por los rumbos de la planta de Volkswagen de México– y el recorrido concluyó en la sede del Arzobispado de Puebla, con una comida. Ahí, el líder religioso preguntó a los asistentes: “¿quién creen ustedes que vaya a ser el próximo gobernador?”
De inmediato uno de los asistentes no ocultó su adhesión a la causa de quien era el coordinador de los diputados federales de Morena, Ignacio Mier Velazco, para decir que, de acuerdo con una encuesta “muy seria”, este político estaba en el ánimo de la gente y estaba creciendo “a pasos acelerados” en la simpatías de Palacio Nacional.
El arzobispo escuchó sereno y solo dijo, con una sonrisa de por medio, palabras más, palabras menos: “de acuerdo con lo que me cuenta la gente en mis recorridos por el estado, la mayoría dice que va a ser Armenta”.
Sin comprometerse, el líder religioso le mandaba “un guiño” a quien, dos o tres meses más tarde, se convertiría en el candidato oficial de la 4T.
Por si alguien dudaba de esa buena relación, solo hay que recordar que el 2 de junio, el día del triunfo aplastante de la 4T sobre el PRIAN, quien debía tener el rostro más sonriente se le veía muy serio. La explicación es que Armenta por un lado ganó los comicios de gobernador y por otro lado, de inmediato se fue a operar una fuerte lesión en un talón. El día de la victoria lo agobiaba la dolencia y no lo podía ocultar.
Esa misma semana, recién salido de la intervención quirúrgica, el primero que fue a visitar a Alejandro Armenta hasta el hospital fue: Víctor Sánchez Espinosa.